
Que tranquilidad despertar sin miedo a molestar, hacer ruido, o salir de puntillas, eso si, manteniendo el ritual y con más libertad de movimiento. Dejamos en la entrada, el día anterior, las mochilas. Desayunamos y aseamos, nos despedimos de nuestro exclusivo hogar por unas horas y comenzamos a caminar. Eran las 7:30 de mañana. Nuestras amigas peregrinas M y C, nos había hablado mucho del albergue de Ribadeo y donde estaba enclavado, al lado del mar, poder aprovechar para darte un bañito………, en fin, cada uno decide según sus circunstancias y su momento. Con la curiosidad nos quedamos, pero también con la satisfacción de haber disfrutado de nuestra estancia en Tol.
El paisaje divino. Llegamos al Puente que separa Asturias de Galicia, al otro lado estaba Ribadeo, en poco más de una hora. Estaban en obras, cosa que ya nos incomodó, pero sin dejar de mirar hacia delante. Un pequeño tramo se complicó un poco pero sin más. La sensación vivida cuando conseguimos alcanzar el otro extremo fue de superar una barrera en la distancia y satisfacción por lograr algo propuesto. Estábamos en Galicia.
Fue en ese momento cuando divisé un peregrino que venía hacia nosotros, cual fue la sorpresa al darnos cuenta que era el peregrino que conocimos en Avilés. Nos paramos, saludamos y nos deseamos buen camino, era el eterno peregrino, llevaba 3 años caminando, yendo y viniendo ahora regresaba.
Un encuentro con un peregrino, reencuentro con un familiar que llevas años sin saber de él, o un amigo que vuelve de un viaje que duró unos cuantos años, podría compararlo………., habíamos pasado 4 etapas desde el primer contacto y el camino, si es su deseo, te da la oportunidad de volverte a ver. Gracias Camino.
No tardamos media hora en llegar al lugar donde estaba indicado que se encontraba el albergue de Ribadeo, pero no tenía ningún sentido para nosotros, quedarnos solamente por disfrutar de un día, nos empujaba más el deseo y la ilusión de ver lo que nos espera más adelante. Íbamos siguiendo las indicaciones jacobeas, que a partir de ese momento por estar ya en Galicia, cambia la interpretación de la concha, justamente al revés que en Asturias. Ahora la concha se toma como una flecha, el abanico es el que marca la dirección.
Con idea de descargar de fotos la cámara, entramos en una calle, casco viejo, hacía la izquierda, en una tienda de fotos dejamos la cámara y mientras nos hacía el CD, tomamos un café en una terraza. El camino estaba siendo muy llevadero, las amplias vistas, relajaban el alma, paramos por disfrutar a conciencia del paisaje más que por necesidad, pero también hay que saber disfrutar. En un tronco y llegando a una pequeña aldea nos sentamos, la cruzamos por un camino estrecho y en silencio, sintiendo el peso de los ojos en nuestra espalda, ojos ocultos tras una ventana y acostumbrados a los pasos de los peregrinos a ver caras con expresiones de cansancio y satisfacción de pisar esos caminos y admirar el lugar donde dejan sus sueños apagados, vivir cada día, sin ser conscientes de cómo los ver otros ojos.
Llegamos a un cruce y nos planteamos, o seguir, o parar a comer, aunque era un poco pronto y no habiendo posibilidad de encontrar otro lugar donde poder comer. Teníamos delante “CASA DOMINGO”. RECOMENDADO TOTALMENTE.
Pues nos tomamos para empezar, dos ribeiros, con el primero, ya no veía ¡madre mía!, después de tener tan depurado el organismo y hasta el último poro, un gramito de alcohol no os imagináis el efecto que hace. Y charlando con los dueños, que de donde venís y adonde vais, que por aquí pasó un pintor que se terminó acomodando en Galicia, que hacemos un caldo gallego buenísimo y de verdad que sí, un pollo de corral, que te mueres y como ya nos habían confirmado que no existía en muchos kilómetros otro lugar para comer, pues no lo pensamos más, eran las 13:15h.
Ya después de comer tan divinos placeres pal cuerpo y paladar, salimos fuera y sentaditos a la sombra tomamos un cafecito, sssssin calzado, todo un placer.
Durante 5 km subimos monte, el sol caía de lleno , pero era como ir con el piloto automático conectado, anestesiados. Los pueblecitos a O Ponte, lo divisábamos desde arriba, solitarios, como si estuviese abandonados, ¡claro! Que la verdad es que a esas horas estarían todos comiendo o en la siesta, pero a la sombra, seguro!, pasamos por la iglesia del pueblo y seguimos pensando en el siguiente tramo que iba a ser durito, antes de llegar al cruce que teníamos que tomar, en un cobertizo y a la sombra, se encontraban dos señoras sentadas, las saludamos y nos ofrecieron agua y sentarnos, -se lo agradecemos de verdad, pero preferimos seguir-, -Dios mío, con este calor y a estas horas!, como podéis andar- insistieron-. En un segundo de reflexión, me di cuenta que siendo de agradecer sería el sentarnos con ellas diez minutos y charlar un poco. Ciertamente, pasamos un ratio muy agradable. Nos contaba una de ellas, los viajes que había hecho con su marido, ya hacía unos cuantos años, recuerdos…………… Seguimos el camino con resignación esperando el especial ascenso del camino, cuando llegamos arriba nos espera un bando de piedra al pie de un árbol y una fuente, buen regalo, ¿no os parece?. ¿Cuantas veces haría ese tramo el que decidió colocar tan necesarios elementos?.
Aprovechamos el regalo y descansamos unos minutos.
¡Ah! Tengo que contar, que esta etapa guarda un momento histórico, el bautizo del “ER GUINDA” un apodo ganado a pulso, si señor!
¿Cuando aparece “Er guinda”?, pues aparece………….., acabas de tomar una decisión, acertada o no, tratas de ver la parte positiva aunque te invada en algún momento la duda, si nos hemos equivocado en esa ocasión, pero intentas asumir la decisión, es entonces cuando aparece “Er guinda”, - creo…….que teníamos que haber cogido el otro camino, este está claro, que es peor…….. ¡que vamos a hacer! Y por si no oyes bien, mete el dedo en el ojo y sigue………..entonces, vas y te paras, entre el cansancio, la duda que acaba de crear, tu que estabas ya tannnn feliz¡, y dices----¡YA. GUINDA, BONIIIIITO! pobre, lo bueno que er guinda, gracias a Dios reacciona rápido.
Mon se quedaba atrás, no iba bien, sus peores enemigos “las ampollas” estaban ganando la batalla este día, sin embargo yo, sentía que cada día necesitaba menos contar con esas divinas piezas, del look peregrino, que sujetaban mis rodillas haciéndolas más ligeras y seguras.
Era un camino espacioso y que ofrecía con sus altos árboles escasas y agradecidas sombras, esperé que llegase hasta mi, mi Mon. Lle había visto agacharse y recoger algo del suelo, un palo.
Era un palo pesado, muy pesado, que algún peregrino seguramente por ese motivo lo abandonó en el camino, pero la altura era la perfecta para él y a pesar del inconveniente de cargar con semejante penitencia, era más poderoso el valor del apoyo que le brindaba en ese momento en que sus ampollas lo reclamaban que el trabajo de cargar con él.
Y pensé………………..
Lo que uno deja, otro lo aprovecha.
pesa ¡qué por algo se deja!
pero, agradece el que lo recoge
el apoyo que presta.
Sensación de Libertad de únicos supervivientes en unos caminos vacíos. Por mi parte después de 20 días de andadura, siento que llevo mejor las rodillas, el cuerpo se va acostumbrando al esfuerzo, sin embardo Mon, no vence la ampollas.
Nos acercábamos a Villamartín pequeño, amplias vistas dominadas totalmente según caminas, carretera comarcal sin curvas que rompan el dominio. Parecía abandonada la Villa, su escuela, cercada, imaginando un precioso espacio de césped, quizás pelado por las nunca excesivas pisadas de pequeñas botas corriendo una detrás de otras, ahora está invadido de ortigas y malas hiervas. En el interior, aulas frías, vacías de recuerdos y llenas de polvo, dejaban ver el paso del tiempo, huellas en sus rincones que a través de los sucios cristales nos mostraban lo que un día fue. Después de Villamartin pequeño, llegamos a Villamartín grande, un pequeño repecho y nuestros ojos empezaron a divisar el albergue, eran las 17:30 de la tarde. Dos edificios, formando una L, el más pequeño, más parecía una vivienda, anexado a su derecha una cocina-comedor, ¡vamos! En el norte diríamos “Txoko”. En su interior a la izquierda, dos grandes mesas con sus bancos corridos, a la derecha un fuego bajo, asador de leña, con otra mesa, de tamaño menor, con sus cuatro sillas y de frente a la puerta, una cocina con utensilios básicos, unos sobres de infusión, azúcar………seguramente de peregrinos que generosamente habían dejado.
La hospitalera había dejado un jarrón de flores en las mesas, detalle que agradecimos.
Mon fue a la casa de la hospitalera y ella le indicó donde podíamos conseguir algo para cenar. Al final del pueblo un bar-restaurante prepara algunos platos para llevar. Una ensaladita, croquetas con patatas fritas y pollo con verduras. Genial.
En el albergue, una peregrina extranjera tomaba el sol sobre la hierva, una sonrisa y un saludo de bienvenida. Unas escaleras exteriores en el frontal del edificio nos dirigía a la entrada de una habitación con 8 literas, nos acomodamos en la primera más cercana a la puerta, para mantener nuestra tónica de salir lo antes posible, evitando hacer ruido.
Las duchas, dos, estaban a ras de calle, debajo de las escaleras. A pesar de encontrarnos las duchas encharcadas, agradecimos la ducha y tratamos de dejarlos, por supuesto mejor de lo que lo encontramos. Mon se dejó la jabonera, viéndolo de forma positiva, un peso menos en su mochila y un poco más en la de otro.
Una etapa más cumplida.
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