ETAPA 21 GONDAN - MONDOÑEDO


ETAPA 21 GONDAN - MONDOÑEDO


Nos levantamos a las 7 y recogimos como ladrones, con rapidez todos nuestros enseres y salimos al descansillo exterior de la escalera, en la calle. Cerramos la puerta y ya, con la tranquilidad de no molestar bajamos al txoko, la temperatura era muy agradable, el fresquito suficiente. Ya en el txoko, nos terminamos de vestir, nos aseamos, los servicios están en la calle a modo de barracón, pero muy limpios, con lavabo dentro del servicio, individual. Desayunamos sin prisas pero con ganas de empezar la nueva etapa, teníamos por delante 16,4 kilómetros, no son muchos, al contrario, visto así y comparando con la anterior, pues fíjate, nada, así que, empezamos con tranquilidad, el cielo estaba precioso, pinceladas azules que trataban ya de aparecer detrás del telón entre grises y blancos.

Pasamos por delante de un manzano con un fruto que hacía fijar la mirada en él, una voz que procedía de la casa que iba apareciendo a nuestros pasos, nos hizo cambiar de dirección de la mirada. Buenos día nos dijo desde la ventana la dueña de la casa y del manzano- buenos días contestamos-, -coger unas manzanas que os vendrán bien para el camino, dijo la señora, - y no lo dudamos, nos había observado y leído el pensamiento. Agradecidos de corazón, nos despedimos.
El camino estaba siendo entretenido, cálido, por senderos, desniveles, sintiendo con el calor la molesta sensación del tacto de las telarañas.
Entramos en Lorenzá, el Monasterio del Salvador formaba en su delantera una bonita plaza, el edificio de estilo barroco, elegante nos muestra su historia. Paramos en una cafetería a tomar un café y algo más consistente y de la que salía un peregrino, poco habitual por cierto, la diferencia al resto de los que hasta el momento nos habíamos cruzado, su vestimenta, llevaba una túnica, como los monjes y sandalias. No lo volvimos a ver.

El desayuno, para recordar. Pan normal tostado al momento, mantequilla y mermelada, el café buenísimo.
Seguimos el camino y ya con otro semblante.
Iba cambiando la estampa del camino, el paisaje era diferente, los pueblos tenían otro sello, sus casas con paredes de piedra pizarrosa, tejados de pizarra, hórreos de piedra, a vegetación, los árboles en aparecían esbeltos y majestuosos. Nos íbamos alejando de Asturias y Galicia se hacía notar.

Íbamos acompañados de un aroma que te guiaba sin esfuerzo, cálidamente, aldeas que guardan esa paz de lo duro y sencillo. Un cachorro tierno, dulce, miedoso, sale al oír nuestros pasos, temeroso se deja acariciar. Era volver a un mundo perdido, las tejas de pizarra, brillan al sol, soportan el peso de las piedras para evitar caer aun espacio que no les corresponde. Se mantiene el silencio en sus calles, esperando al girar la esquina despertar de un sueño y mundo más real. Estábamos en el concejo de Mondoñedo.

Una recta carretera, el cartel de Mondoñedo. Pasamos un puente y como siempre, cuando ya pensábamos que había llegado, un cruce y otra inmensa recta, no veíamos el momento de llegar.

Una de las señales hizo que me acordase de Cova, la señal indicaba que estábamos a 35 km de Riveiro. ¿Mira tan cerca y tan lejos! Para nosotros, una etapa completa para llegar, pero era lo más cerca que había estado de su pueblo.

Por fin entramos en Mondoñedo, el pueblo del pastelero que le hizo la tarta de boda a “Perfecto”, el hijo del “Rubio” y con el que se hizo Garazi una foto, con su gran gorro blanco y sus bigotes retorcidos.

Lo primero era llegar al albergue que, más lejos no lo pudieron poner. Pasamos por la plaza de la catedral, era día de mercado y empezamos a subir y subir y subir entre estrechas calles, precioso, ¡hay amigos pero último tramo!, mira que soy de barrio y un barrio en las faldas de un monte, Artxanda y se perfectamente lo que son las cuestas, pero esta, se llevó la palma, casi se podía subir tocando el suelo con las manos, un calvario y sacrificio en las espaldas de un peregrino.

El albergue, en este caso, compensó, es curioso pero cuando llegas al final de la etapa al límite de tus fuerzas, casi pensando que no vas a llevar y agradecerías te acercasen el albergue un poquito, desaparece el dolor, el cansancio, el calor, todas tu penas y apenas por un pequeño o gran detalle. En este caso fue en sí el albergue.

Su interior totalmente nuevo nos sorprendió. Recién restaurado, con ascensor, mezcla de moderno, puertas y pared frontal de los dormitorios de cristal fumé y antiguo, suelo de madera como un espejo, en sus techos vigas de roble e igualmente forrado de madera, ofrecía calidez. Los baños y duchas en el mismo espacio y tremendamente espaciosos, en el último piso todavía sin terminar de rematar. Dos pisos, dos dormitorios, en el primero sin ocupar las literas, que durante el día se completó, decidimos subir al segundo piso, estuvimos 7 personas, íbamos teniendo mucha suerte, hasta el momento no habíamos tenido problemas de masividad en los albergues y estábamos disfrutando de tranquilidad y comodidad. En el sótano, un espacio diáfano, no llegaba el ascensor, una pila para lavar y unas cuantas cuerdas para colgar la ropa, la pena era la humedad, con lo cual recogías la ropa mojada.

Ya ubicados, bajamos casi rodando hasta divisar la plaza de la catedral, entre calles, y nos quedamos en otra plaza rodeada de bares, con sus mesas, en el que nos guiño el ojo, nos quedamos. Ya sentados entramos en el mundo paralelo, unos más de tantos, disfrutando de la tranquilidad de este lugar, la agradable sombra. Pedimos pulpo, callos con garbanzos, muy buenos, pero no superan los míos (que conste) ensalada. Nos encontramos con la familia de padre e hijos (encuentros: Cóbreces -Colombres – Llanes) y con la chica checa (encuentro: Gondán).

Recordando los consejos de la hospitalera de San Vicente de la Barquera, Mon seguía luchando con sus enemigos y se quedó en la litera, me dirigí a la farmacia para comprar una jeringuilla. Iba por el camino pensando yo………..aquí una peregrina disfrazada de normal, con el uniforme de calle, en el mundo paralelo, ¿que pensará el farmacéutico si no me toma por peregrina, pidiendo una jeringuilla?, anda que puede pensar cualquier cosa- ……… bueno, pues quería una jeringuilla……es para mi Mon, es que somos peregrinos sabes y tiene el pobre unas ampollas……
El sistema la verdad es que es muy práctica, recordemos que se inyectaba en la ampolla betadine. ¡Sigo agradeciendo que no haberlo tenido que utilizar yo¡.

Ya pasado el proceso de cura, dimos un paseo por las calles de Mondoñedo (se ve que no nos parecía suficiente lo que llevábamos andado, claro que sin el armario en la espalda, volábamos).
Vimos la pastelería del pastelero del Rey de Mondoñedo y recordamos entonces que estuvo en la boda del hijo del ”Rubio”, Perfecto. Con un majestuoso y enorme gorro, blanco como la cal, apareció con la tarta de los novios, como un personaje quijotesco, sus grandes bigotes se enroscaban graciosamente y para inmortalizar la curiosidad, fotografía con Garazi, entonces tenía 5 añitos. El negocio, ya que él ya no está entre nosotros, lo lleva su hijo, manteniendo así una tradición familiar.

Ya era la hora de cenar y para que íbamos a cambiar si habíamos estado tan agustito comiendo, pues repetimos, en la plaza. Sin entretenernos demasiado y poco a poco nos encaminamos hacia el albergue. Habían ido llegando peregrinos, se notaba el movimiento, aún así no se completó. En nuestra habitación se encontraba la chica checa (Gondán).

Colocamos las mochilas y a Manolito y Montxu, firmes y preparados para siguiente etapa. Buenas noches.

No hay comentarios: