
Nos levantamos y a las 7 cuando salimos empieza a moverse más gente.
La niebla envuelve Gontan. En Abadín, en la recta, bares abierto a un lado y otro de la carretera. Nos decidimos por el de la derecha. Subimos unas escaleras y entramos. Nos sentamos en la primera mesa. ¡Hay ama, estoy rotita!. Una pareja está en la barra desayunando también, el gira la cabeza y comienza a hablarnos. Ella a su derecha sonríe. Es guapísima, oriental.
-Sois del Norte, no?
Pues si, porque lo dices
- Por tu expresión, es inconfundible en el País Vasco.
Estaban casados y llevaban años fuera de Bilbao, por unos minutos recordó lugares, familia, trabajo, terminó emocionado invitándonos a desayunar.
Que curioso! fue como estar en el extranjero y encontrarte con un paisano.
Contentos con el encuentro emprendemos de nuevo el camino.
Aunque había tomado un te y una magdalena, me encontraba floja, sin fuerzas. Me duele la espalda y no me deja ni por un momento durante toda la mañana. El camino difuso como mi estado físico y anímico. Cómodo, que no estaba mal, aunque no me acompañan las fuerzas. Solo tengo delante mis ojos, mis botas y lo que las mismas pisan. Desvío de vez en cuando la mirada no queriendo perder la oportunidad de disfrutar lo que me rodea. Eso si, con esfuerzo fotografío la obra de arte de una araña y la fusión de la naturaleza, adornada de perlas escarchadas y cristalizadas. Un efecto que aporta desinteresadamente la humedad de la mañana creando así, una visión delicada y perfecta. Paramos dos o tres veces, a pesar de ser corto el trayecto.
Nos encontramos con dos chicas del albergue anterior, están despistadas y se han perdido. Recuperan el camino y agradecidas continúan. De nuevo el camino nos trae a la pareja de Tarragona que, estando en condiciones tan bajas, nos adelantan y nos vuelven a encontrar (un tira y afloja). Nos ofrecen agua de limón. Pero a mi no me entra nada en el cuerpo. Sobre las 12:00 del mediodía llegamos. Estoy desfallecida, talmente, un trapito. El albergue está muy bien. Muy grande, entrada como de hotel. A la izda. Un hermoso mostrador atendido por una joven. A la derecha un recibidor. De frente, las escaleras que llevan a dos pisos. Decidimos llegar al último. Me acosté y me quedé dormida una hora. Desperté con la llamada de mi brother Pipe, charlamos de los acontecimientos de la etapa, hasta que llegó Mon, avisándome de que Fin y “La Rubia”, venían desde Padrón a comer con nosotros. Me recordó a “las colonias”(así se llamaban las residencias infantiles y juveniles para hijos de empleados, cuando tenía 9 años) de La Guardia (La Rioja), donde pasé quince días, aquel verano en que se jugaba a las tabas con una pelotita de goma y que además me partí el labio con un columpio en movimiento. Movimiento producido por el impulso de una niña que debía querer alcanzar el cielo y comprobando si llegaba o no, el columpio apareció de repente, sin avisar, tirándome al suelo. Ese fin de semana, luciría la señal de mis novedades en las colonias ante las visitas de mi familia. Exactamente igual que en esta ocasión. Esta vez Fin y “la Rubia”, venían a visitarnos y yo estaba padeciendo las consecuencias de la mala noche pasada.
Por Dios!, y yo sin poder comer pulpito, ni pimientitos, únicamente una coca-cola de aperitivo y una manzanilla de postre. En el restaurante en el que comieron los demás…..estaban, el padre e hijos alemanes!. Que alegría verlos de nuevo!, continúan el camino.
Sobre las seis de la tarde nos despedimos, regresan a casa y nosotros al albergue. Me acuesto hasta las 7:30. Me encuentro algo mejor.
Vamos viendo caras conocidas. Los de Bilbao, pareja de Tarragona, Sunsi y hna., las perdidas (bautizadas cariñosamente “el punto y la i”)
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