ETAPA 12 LLANES - SAN ESTEBAN



Nos levantamos a las 6 de la mañana, contentos de volver a encontrarnos con el camino, la inquietud de recibir lo mejor del día y del camino, con alegría, viendo amanecer y sintiendo el frescor de la mañana, el resplandor del horizonte nos avanzaba que la jornada presumía ser luminosa y calurosa. En el puente, el ritual marcando la salida, unas fotos para sellar el momento. Pasaba despistado un peregrino, que más parecía un desorientado y bohemio caminante del mundo, célebre, como dicen los llaniscos, no se sabía si iba o venía y colgaban de su mochila posibles ahuyentadores de malos espíritus o asombrados espectadores de su locura.


Decidimos seguir el camino, manteniendo el embrujo y atracción del mar, así llegamos después de pasar cerca de la casa de Belén, a la que no nos acercamos porque obligaba una considerable subida de camino y a desviarte. Me propuse desde un principio, no mirar ni volver hacia atrás, a no ser que las circunstancias obligasen, no desviarme del camino. Pasar por las playas, viendo acercarse el mar y la arena blanca a tus pies, cuando empieza perezoso a despertar el día y a brillar en silencio, playas de las que he disfrutado en la otra vida que con su embriujo te obliga a aspirar esa paz y esa belleza tratando de ahogarte en ese placer.


Se me agolpan las imágenes, instantes, las voy guardando en mi cámara, memoria que paseará por mi mente, revolcándose en el recuerdo, cierro los ojos e intento retener el aroma del mar y de la hierva fresca, sujetar embobada la sonrisa. Otro instante y visión aparece, me emborracho de paz, las palomas, pasean, juegan, se refrescan, picotean.


Seguimos caminando.


Un cerdito vietnamita nos observa, se acerca, no os conozco pero, buen camino amigo.

Hacemos una paradita, un mini parque de descanso con dos mesas nos invitan. Una de ellas, la que no aparece, por preservar la intimidad de los que la utilizaron, dejaba huella de una noche salvaje de alegría, probablemente gran celebración de….despedida de soltero, cumpleaños…….debió de comenzar con una buena parrillada y bebida, costillas y bebida, chuletas y bebida, chorizos y bebida, panceta……. La mesa taba abarrotada de boteeeeeeellas y se debieron de despistar un poquito, pues la prueba de la alegría vivida no había sido borrada.


Las pequeñas capillas de ánimas, la esencia de fé en las pequeñas llamas cantando temblorosas, una increíble fuerza, un inesperado suspiro y una sonrisa y sigues caminando, sin palabras.

Observas como caminante, a veces te sientes invisible, las vidas en esas casas en esos pequeños pueblos, el aroma de los pucheros, los muros abrigados de mantos verdes, las verjas marcando una entrada a un majestuoso espacio que guarda las vidas de sus dueños, su historia, sus alegría y sus penas, su riqueza y trabajo.


Es hora de parar, un descansito, el estómago avisa.

Paramos en Naves y ¿que tal un sidra y un trocito de empanada?, llamo a mami.

El establecimiento, de museo. No permiten meter las mochilas, a pesar de que el espacio es bastante amplio, por amables con los peregrinos. Que experiencia habrá alimentado tan triste pago.

Agradecida el alma y el cuerpo por el descanso, continuamos el camino.


Llegamos a Cuerres, vimos la anunciada fuente del Peregrino.

La técnica fotográfica pone su toque de humor y nos roba unas carcajadas.

O Mon, no sabe programar la cámara, o anda un poco torpe y no llega a tiempo más que para ofrecernos una visión espontánea llegando a la fuente inmortalizada, AMÉN.

Las amigas peregrinas MYC, nos habían informado donde podíamos comer y muy bien por cierto, tan agustito. CASA PEPE. Un rincón estupendo y con una atención muy buena. Cuando entramos, un bar, majillo, hora del vermut y de pintxito, estaba bastante lleno. La barra a mano derecha y de frente, un patio, que no pudimos resistir quedarnos en el a comer, solamente una mesa ocupada con cinco personas. Hacia calor y lucía el sol, buscamos una mesa a la sombra, que bastante sol llevábamos encima, espacio para dejar los armarios roperos, Manolito y Montxo. Una sidrita, fresquita, sentaditos a la sombra, servilleta de colores, en un pedacito de cielo.

Continuamos hacia Ribadesella. Fue agradable la entrada, se acercaba el final de la jornada, pensando donde estaría ya cuanto tiempo faltaba para llevar, ya era habitual esa sensación de que, cuanto mas cerca estás, mas lejos lo ves.

Llegamos al paseo de la playa, ver el mar ya fue un regalo, el albergue juvenil, allí mismo enclavado, era una maravilla, pero habíamos preguntado cinco minutos antes de llegar y nos habían informado de que estaba completo, así que no perdimos tiempo en comprobarlo, mas tarde nos enteraríamos de que había plazas, consejo, no os fiéis de la información, que sirva de orientación, pero comprobarlo siempre, evitaréis sorpresas. Esa confianza no obligó a dirigirnos hasta el albergue siguiente, que aunque eran casi tres Kms, que dicho así no es na, que sepáis que os encontrareis con una subidita maja, maja, que para mi fue de la etapa, con el cansancio y las pocas fuerza que quedaban, fue lo mas duro, excepto los dos minutos últimos, cuando divisamos el Albergue de San Estaban. Las rodillas me mataban y decidimos descansar un poco al final del paseo, en un txiringuito, nos vino muy bien el descanso, aunque solo fue de diez minutos, tomando una cervecita y viendo el mar, que mas quieres!.

En Leces, donde se encontraba el Albergue no hay tiendas, así que en la rotonda del barquito y hacia la izda., SUBIENDOOOOO, nos indicaron que había un super grandecito. Y…..volvimos a sufrir por la información del otro mundo. Cuando preguntamos por algún comercio de alimentación, nos indicaron ……..siiii ahí mismo tenéis uno, a cinco minutos, ¡claro, en coche! .

Espere sentada en la acera y Mon fue al super, los cinco minutos se convirtieron en tres cuarto de hora entre subir y bajar.

Viendo como el cielo tiraba de un hilo, donde había enganchado la carretera por la que teníamos que seguir, dijimos, ¡ala que no queda nada!.



El albergue, antiguas escuelas, la mayoría de los peregrinos que allí estaban, eran ciclistas y habían ocupado prácticamente un ala del edificio, eso provocó a la hospitalera que nos llevase a la otra parte del albergue que, todavía estaba sin ocupar. La visión de las antiguas aulas, ahora hacía la labor de dormitorios, en cada una de ellas, unas más amplias que otras, albergaban literas, ¡como las que tengo yo en la casa del pueblo!, ¡fíjate!, además en una de ellas recuerdo un pequeño armario. Nos fuimos hacia en fondo de una de las habitaciones y nos acomodamos en las últimas litera. Una ventana nos enseñaba el patio interior, donde probablemente los mayores del lugar, jugaron en su infancia a pillar, o al esconderite, o a moro-pico-tallo-que!. Una duchita, lavar la ropa que llevábamos y prepararnos la cena, por ese orden. La cena en una mesa hermosita mesa y acompañados por otra pareja de peregrinos que hacían el camino en bicicleta, compartimos impresiones y situaciones de la jornada. Preparamos las mochilas y la ropa del la el día siguiente y repasamos con la guía lo que nos recorreríamos en la nueva etapa y en paz y agradeciendo el día vivido con lo bueno y con lo malo, nos fuimos a dormir.


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