Nos aseamos y guardamos el neceser y la toalla en las mochilas y salimos del albergue.
Se respira hondo y con felicidad, empezamos nueva etapa. La salida fue privada, fresca, no coincidimos con otros peregrinos. Dejamos
No habíamos caminado ni diez minutos y un peregrino como aparecido de la nada y a un paso excesivamente ligerito, ¡ vamos, a una velocidad de mareo!, nos alcanzó. Con alegría desorbitada en su cuerpo llegó hasta nosotros, nos dimos los buenos días y nos deseamos buen camino, no lo volvimos a ver, claro, que a esa velocidad no se donde llegaría, quizás a perderse?, iba a serle complicado fijarse en las señales……
Fuimos pasando por caminos y pueblos que bis dejaban ver el tipismo del lugar, sus casas, sus hórreos, una maravilla, los ojos se nos iban hacia cualquier rincón. Pasando por
Recordamos, aunque llevábamos botiquín, una planta antiséptica llamada “SIRIDONIA”, os indicaré cuando llegue el momento cual es su apariencia, se puede encontrar y facilitar la curación de una herida, que es increíble. Se parte el tallo y se extrae de él un líquido naranja intenso y se untará en la herida, ¿Ojo, que escuece!, pero como se suele decir, si escuece, es que cura.
Me resisto a parar, pero es de reconocer que, el cuerpo y también la mente, lo agradece. Despojarte de las botas te aumenta la resistencia para continuar mucho más ligera de espíritu.
Llegamos a Priesca, ya con ganas de descansar de la etapa, aunque estaba siendo una maravilla.
Lo peor estaba por llegar, el último tramo, aunque avisados, no esperábamos que fuese tan indecente. Lamento decir que era clara la nula sensibilidad del municipio por favorecer o facilitar la andadura al peregrino. Los habituales usuarios del último tramo y camino hacia Sebrayo, eran no personas a pie, sino vehículos preparados para tal suelo………tractores, cuak, etc. Hay amigos! Cuando por fin pasamos aquel cenagal, que no veíamos el momento de dejarlo atrás, divisamos el comienzo de casas del núcleo urbano de Sebrayo, y el albergue?, tenía que aparecer inmediatamente, según las indicaciones……..pues si, como señal para rematar la grata llegada, delante de la puerta del albergue, tres contenedores, haciendo los honores y a su izda, como de una alfombra roja, en este caso negra, habían colocado un tablero acartonao, que no sabías bien si pisarlo, o seguir pisando sin mirar “ande” .
Mon no decía nada, pero a mi esa bienvenida, en un primero momento me hundió.
Entramos en el albergue, habilitado para los peregrinos solamente la parte de abajo, edificio de dos plantas, probablemente antiguas escuelas. Una entrada con una mesa, sobre la que había colocada una cocina eléctrica de dos fuegos y poco más, una mesa y dos sillas iban seguido, encima de la mesa, el libro de registro. A mano izda., los aseos, uno de caballeros y el otro de señoras, con lavabo, ducha y servicio. Estaban limpios. De frente, la habitación, las literas, 7, de metal rojo, eran nuevas, en las primeras de frente estaban dos chicas jóvenes, nos saludamos, eran francesas y hacía el camino en bicicleta. Empecé a agradecer tener lo que veía, techo, cama, ducha y empezaba a perder fuerza las últimas impresiones, aún así, terminé de encogerme…….. tres amplios ventanales estaban cubiertos cada uno de ellos por una persiana de láminas, estaban indecentes, pero eso, si no lo tocas, no pasa nada, me acerqué un poco y no os podéis imaginar la plaga de hormigas voladoras que escondían las persianas. ¡No grité! ¡Bien!, me di la media vuelta, cogimos las primeras literas que estaban al lado de la puerta, dejamos las mochilas y después de ducharnos nos registramos. Dudé dejar latente mi visión del lugar, pero recapacité y sinceramente y a pesar de todo, agradecí poder estar allí.
Lavamos la ropa y cuando terminamos de organizarnos, preparamos la cena, una buena ensalada y yogur.
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