Nos levantamos a las 7 de la mañana, en silencio. Las camas, que no literas, las teníamos pegadas una con otra, con un banco corrido pegado a la pared donde teníamos cómodamente las mochilas, a Manolito y Montxo y donde podíamos colocar nuestras pertenencias, un lujo, y al ladito de la puerta.
Como de costumbre teníamos todo dispuesto y a mano, neceser para el aseo, la bolsa para guardar la ropa de cama (sábana, pijama) y la ropa del día, todo organizado. En un plis-plas habíamos salido de la gran habitación, fuera de ella en el descansillo y al lado de los servicios había unos bancos, dejamos todo y después de estar ya preparados nos calzamos las botas.
La mañana estaba preciosa, se veía que íbamos a tener un día precioso. Las calles de Avilés estaban desiertas, silenciosas, Avilés era nuestro por unos instantes. En la plaza encontramos un bar abierto y no dudamos entrar, no vaya a ser que no encontremos otro al paso y así la labor estaba hecha, además ponía en un cartel “CHOCOLATE CON CHURROS”, TÚ DIRÁS, no podíamos hacer otra cosa.
Ya transformados en otras personas, con fuerzas y despiertos emprendimos la marcha. Ya dejando atrás Avilés empezamos a ver el mar al cual nos dirigíamos. Ya se que se trata de caminar preferentemente y con seguridad por caminos evitando lo más posible las carreteras, pero mira que hay veces y veces que nos hacen dar más rodeos que a tontos. Dejando ya la playa empezó realmente el camino y subiendo un durito trecho.
Fue una delicia, casi, casi y según por donde pasábamos nos parecía estar dando un paseo y así saboreando la naturaleza nos tropezamos con un paisanín que acompañaba a sus vaques con vara en mano. Mirándonos con ojos pensativos y dándonos los buenos días largos, largos porque tenía el hombre ganas de charlar un poco y aunque ya sabéis que no me gusta parar de no ser necesario, consideré que esta ocasión era especial por la petición de hablar un poquito en la mirada de este buen hombre, no pude negarme. De familia de bien, de origen Navarro, vivió con una encantadora mujer, que le encantó hasta el último bolsillo y cuando ya no tuvo bolsillo que rascar lo dejó al pobrín sin forro que cubrirse. Ahora vivía cuidando a les vaques y solico él.
Yo que no me quería líar demasiado, mordí la lengua para no seguir, porque la verdad es que a gusto si estuvimos. Espero que le vaya bien.
Y caminando, caminando y con sed y cansancio, pero contentos paramos en un pueblo de carretera llamado Ranón, que no Ramón. Buscando, buscando, después de ver un cartel de Bar preguntamos a una señora de una casa cercana y con esa ayuda encontramos el bar, estaba escondido a conciencia, pero mereció la pena. Comprobaréis en las fotos que el lugar está genial, en la barra un pintxito con la bebida, la sidra buenísima pero sin abusar, que la falta de costumbre nubla la vista. Con ese placentero descanso seguimos el camino, pensando en volver todos los primos un día y disfrutarlo juntos.
Íbamos de camino a carretera, es este caso comarcal y de poco tránsito, así que el recorrido esta siendo muy cómodo y agradable, acompañada de mis pensamientos y abstraída, iba observando el paisaje, la sombra se mantenía gracias a los altos árboles, cuando al otro lado de la carretera, a la derecha veo un claro, en él algo hizo que mi mirada se fijase, no podía dar crédito, será efecto del cansancio? o del contraste de luz?, pues no, era real, iluminado como una visión fantasmal…………..”UN INHODORO”, si eso, un retrete, en mitad del camino y me acordé de Carlos, en nuestra etapa 3 y haciendo un alto en el camino al paso por Liendo, hicimos una parada para saludar a nuestros amigos Carlos y Estibaliz. Una de las dudas de Carlos era, como nos arreglaríamos en caso de una necesidad imperiosa en mitad de cualquier sitio, pues mira Carlos, aquí tenemos todos la respuesta. Besitos.
Atravesamos el pueblo de Castillo de San Martín de Laspra, que bonito!, que vistas! Gracias a esto la tremenda cuesta en estrecha calzada, sus casas con encanto pesquero, alguna de ellas muy bien arregladas y con un gusto exquisito. Llegamos al puente y decidimos cruzarlos, a miiiiiii, no me gusto la experiencia, ya se que depende de cada uno, pero me agobió , perdía el sentido del espacio de tenía para caminar, trataba de centrarme en las maravillosas vistas, a la derecha se divisada el Castillo, aún así, el azul de la barandilla y el azul del agua, se me amontonaba. Y llegamos al otro extremo. Sabréis que este puente reemplaza a uno de los cruces en barca más lentos y peligrosos de toda Asturias.
Esta etapa de 36,5 km, según la habíamos estudiado y comentado con algún peregrino, existía una alternativa, ya que se volvía un poco cruda, a parte de los kms, por las fuertes subidas y bajadas del terreno, y optamos por coger el tren de cercanía desde Muros de Nalón hasta Soto de Luiña. La opción mejoró por una parte, iba a ser agradable romper el esquema y aprovechar un ratito de playa, sentir la arena en los pies descalzos y el sol sin estar en movimiento. Hay bonitos!, la idea fue genial, pero hasta la playa y en considerable descenso, casi cuatro kilómetros que bajando, como cuando vas a los toros y te preguntan, ¿Dónde vas?- A LOS TOOOOROSSS!,-¿De dónde vienes? De los toros . Bueno, pues llegamos por fin a la preciosa cala, todavía había que bajar un buen tramo de escalera, pero mereció la pena. Lo malo fue volver, los kilómetros se estiraban como el chicle y la pendiente, ni te cuento. Claro, que todo tiene un precio!. Llegamos a la estación de Muros, estaba vacía y estábamos emocionados como críos en su primera excursión.
Impacientes esperábamos la llegada del tren y por fin lo vimos acercarse.
Acomodados nos dispusimos a observar el paisaje a través de la ventana, una forma diferente de ver el paisaje de El Pito, lugar que nuestros pies no pisaron y por Cudillero.
Una vez llegamos a la estación de Soto de Luiña, comprobamos que, lo comido por lo servido. Entre ir y venir a la playa de Muro y llegar al albergue desde la estación, por ahí, por ahí anduvimos, pero lo disfrutamos.
Ya en Soto, nos dirigimos al bar donde nos indicarían el Albergue y nos registraríamos como peregrinos. En la terraza había gente tomando algo, había movimiento, la tarde estaba animada.
Un campo de hierba, bastante parte de ella seca, acababa de cortarse dado el olor intenso que desprendía, prefiero el olor a hierva cortada fresca, pero viendo el edificio, antiguas escuelas, que iban a acogernos, el olor a hierva seca me pareció perfume de dioses. Un pequeño porche nos dirigía a la puerta principal, traspasada esta nos encontramos con un amplio recibidor, baño a la izda, chicos, chicas, de frente la enorme habitación que acoge a 20 peregrinos, con esos majestuosos ventanales. A la izquierda una antigua aula, con una mesa enorme de madera en el centro, en los enchufes de esta habitación aprovechamos para poner a cargar los móviles.
Cogimos la litera entre ventanal y ventanal, ritual diario y cuando ya estábamos como pincelitos de guapos, duchaditos, fresquitos y ya todo preparado para el día siguiente, ¿Qué ordenaditos que somossssss! . No necesitamos andar mucho para encontrar un lugar donde cenar, era agradable amplio, con bastantes mesas para comer, la barra de frente. Un peregrino, por el uniforme, estaba cenando ya, y de entrada con un saludo entablamos conversación. JM era de Granada y se había alojado en la pensión/hotel del propio restaurante. Según como le cuadrase era partidario, si las circunstancias eran propicias, de alojamiento particular, descansaba mejor. Cambiamos impresiones del camino y etapa y como marcan las leyes del camino nos despedimos con un “buen camino”. Cuando llegamos al albergue ya había algún peregrino durmiendo y alguno RONCANDO. Buenas nochesssss.
1 comentario:
jajaja !! él siempre con "sus cosas"!!!
que bueno, se lo voy a enseñar !!
le hara gracia la "asociación de ideas!"" jajaja
un fuerte abrazo
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