ETAPA 2 PORTUGALETE - CASTRO URDIALES
A partir de aquí el camino fue por carretera empezaba a amanecer, con una agradable sensación de libertad que marcaba nuestros pasos no dejando de ver nunca el horizonte que siempre pendientes de cada rama, cada piedra cada caserío que se iba acercando a nuestra vista, sería las 6 de la mañana cuando nos adelantó un aparente mozo, alto, musculatura bien dibujada, con su equipaje azul marino, haciendo footing, acabábamos de pasar unas viviendas unifamiliares y tenía suficientes datos para dejar correr mi imaginación, este chico seguro que es guardaespaldas o vigilante, a estas horas a quien sino se le ocurre salir a correr, porque claro, hasta donde ha llegado y lo tardará en volver de nuevo a su supuesta casa, echa una hora, entre que se ducha, (supongo que ya habrá desayunado y no cualquier cosa que para hacer ejercicio dedicará su tiempo, ¿no?) y demás, cogerá su todo terreno a enfrentarse a una jornada de trabajo…………lleno mis pulmones de oxígeno, que paz, que maravilla. Muzkiz, durante una semana hace ya unos años, hice mi segunda exposición en la Casa de Cultura de la localidad y ahora después de algo más de una jornada para llegar, caminaba por sus carreteras y caminos. ¡Ay va! Esto me suena, que playa es esa, pero si estamos en Pobeña, me molestan los hombros, en un banco en la entrada de la playa soltamos las mochilas y nos quitamos la botas, que gusto, por Dios!, donde habrá un bar abierto, son las 7 de la mañana y este estómago sigue haciéndose notar, ¡que pesao!, ¡mira Mon ahí a la izda parece que está abierto!, nos acercamos y si, que bién, que olorcito a tortilla de patatita y mira que curasanessss, ummm, no se por donde empezar, el bar estaba caldeao de gente, calorcito de cafetera, mesas libres, todos en la barra, nos sentamos después dejar al borde de la mesa las mochila siempre que no estorben y cerquita, muy cerquita, que ahí va mi cassssa. Al final comimos pan tostadito con mantequilla y mermelada y café cargadito con leche, que placer. Se nos acerca un señor y nos saluda amablemente, ¿a dónde os dirigís? ¿De donde sois?, charlando y alimentando su curiosidad nos contó que había sido hospitalero de Pobeña nos dio una indicaciones que agradecimos aunque solamente el hecho de conversar unidos por un mismo espíritu, abriga y alegra el alma. Atravesamos la playa y continuamos por el trazado del antiguo ferrocarril minero que ahora es paseo peatonal por la costa, camino especialmente bello acompañándonos a nuestra derecha, el mar, iluminado por los primeros rallos de sol, quitándose las legañas en los pequeños charcos que dejaban ver el ocre tostado de la arena.
Acercándonos a la playa de Mioño, alguien, alguien, (¡ anda que si me acuerdo quien fue!) nos indicó un atajillo que te presenta en la playa en un plis, plas. Enseguida vimos una entrada a un camino hacia la derecha y bajando, no empezó mal, pero cuando ya no era para volver hacia atrás, el atajillo se estrechó sin avisar y las ramas de ambos lados se cerraron, de repente se convirtió en maleza intransitable que entre gritos y muchas ayuda de mis compis Mon y Manolito, (Santo manolito) llegué llenita de rasguños arañazos, sofocada (lindamente dicho) y acordándome de la Santa madre del Samaritano, UFFFF. Cruzamos la playa y tras una pequeña pero empinada cuesta llegamos a unas campas que nos iban llevando, disfrutando de una panorámica impresionante, hasta Castro, zona, que nos era totalmente desconocida, me habían colocado como si de una maqueta se tratase, una ciudad de lujo, adosados con esas vistas con las que cualquiera, al menos yo, me gustaría después de disfrutar del olor y sonido del mar con los ojos cerrados, abrirlos y fundirme con sus vistas, día tras día.
Aquellos maravillosos años, en que existía la acampada libre, donde saboreabas tumbada en la hierva una postal en vivo, donde todavía en la playa no te ponía la pierna encima el vecino de toalla, no era mi Castro, que había pasado. Dejaba huella de su existencia parte de esa campa mencionada como si de un monumento se tratase y ser recordada para el resto de los tiempos. Todavía sin dar crédito a mis ojos llegamos al puente que da a la playa, la de siempre, la del propio pueblo, paseo costero que nos dirigió hasta el puerto, me senté en el primer banco que vi y observando lo que me rodeaba relajé mis músculos doloridos, despejé mis hombros de su penitencia y di gracias a Dios por lograr llegar un segundo día, esperaba a Mon que se acercó al punto de información, mientras cerrando los ojos dejaba que el sol me acariciase, sintiendo su calor y mi cuerpo flotar.
Nos dirigimos hacia el albergue, ya eran las dos de la tarde nos quedaba una gran recta que nos llevaría hasta la Plaza de Toros y a su izquierda se dejaba ver un edificio sencillo y nuevo, hasta coqueto diría yo, sus paredes en un ocre pintadas y a su alrededor un césped verde y fresco separando y limitando el terreno una verja de madera, la primera impresión fue muy agradaba y no alegramos de la suerte que teníamos. En cinco minutos entraban en el recinto tres jóvenes, dos chicas y un chico, catalanes y profesores, venían de Irán y llevaban experiencia de peregrinos, era la tercera ruta Jacobea que llevaban vividas, RiKi, Elena y ¿?, estuvimos charlando a la espera del hospitalero cuando llegó un grupo de chicos y chicas, saludos, se fueron tirando al sol, en la hierva unos, otros a la sombra, todos con ese semblante de haber llegado a casa. Llegó el hospitalero, un chico joven, en bici, nos fuimos registrando y acomodándonos en las literas, según entramos nos colocamos en la de enfrente de la puerta, eso esta vez los dos en las de abajo, al estar seguidas nos lo podíamos permitir. Estoy pensando que es curioso, haciendo un repaso en este sentido, a no ser de encontrarlas ocupadas, en todos los albergues la tendencia era descansar en las literas próximas a la puerta. Ritual de orden de armario y preparación de vestuario para la etapa siguiente. Hasta mañana si D quiere.
2 comentarios:
siempre un placer leerte, compañera !
estoy segura que a mas de uno les empuja tus relatos a "echarse al camino" !
un beso
Eso espero, amiga y dentro de mis posiblidades y hasta donde y como sea capaz, transmitir los sentimientos, vivencias, sensaciones, sufrimientos, pensamientos y conocimientos que tuve la suerte de vivir en el trayecto. Si lo consigo, al menos un poquito, me sentiré afortunada.
Bsitos,
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