ETAPA 4 LAREDO - GÜEMES





ETAPA 4 LAREDO - GÜEMES








Merecido descanso dio paso a una nueva jornada, para saborarear un poquito más, a saber cuando íbamos o si volveríamos a encontrarnos con este lujo de habilitación, nos el gustazo de levantarnos un poquito más tarde de lo habitual, 7:30 de la mañana nos levantamos, todo preparado intentamos batir el anterior record en salir por la puerta, la verdad que somos unos poco lentos por más intentamos acelerar. La mañana parecería que iba a descubrir un día no muy fuerte de calor, que para nosotros era ideal, no había mucha gente por las calles y decidimos desayunar ante de salir de ciudad. Me sentía en paz, serena, esperando cargada de energía lo que el día querría ofrecerme, al llegar al paseo de la playa decidimos atravesarla pisando su tostada arena, la marea baja, una brisa suave, una continua estampa que iba pintando en mi imaginación, cambiando cada segundo, el agua había dejado un espejo formado por el agua salada que en su trayecto de ida y vuelta había acariciado la arena
Acabo como quien dice de pegarme a la espalda el armario ropero y los puntos claves en los hombros empezaron a despertar, fue un calvario permanente día tras día y al que sin acostumbrarte lo aceptas, tratas de vivir con el dolor o la molestia que ya forma parte de tu penitencia diaria, penitencia que en nuestro caso fue, el exceso de peso. Tu manera de caminar tiene siempre consecuencias y a no ser que seas capaz de modificar tu postura, arrastrarás el lastre hasta el final, asumiéndolo, se convertirá en una penitencia. Encontramos a nuestro paso, unas preciosas conchitas que colocamos en “Manolito” y “Montxu”. En el transcurso del delicioso paseo, éramos observados como si de extraños seres inconscientes y perdidos se tratase al encontrarnos en el lugar de otros seres que realmente están en el sitio debido y a la hora debida, paseando y disfrutando en un día de vacaciones.
Llegamos haciendo una concha al lugar donde una lancha de servicio regular nos cruzaría la bahía hasta Santoña del mismo modo que lo hacían los peregrinos antaño en zonas de costa. Una vez en Santoña y siendo lunes, llevaba los boletos de las primilocas (nombre con el que se bautizó al grupo de flamenquitas que buscamos la suerte y una forma de mantener una ilusión jugando a la primitiva y esas cosas que, por cierto no me gustan ni entiendo, pero que merece la pena encargarse por el significado que le doy….) ¡ y comprobé que teníamos premio! además del premio de la paradita quitándonos de encima la pesada carga. Envié un msm a l´artist para que comunicara a las flamenkitas las noticias, fíjate hasta me pareció, de la alegría, que pesaba menos la mochila cuando emprendimos de nuevo la marcha. Salimos con facilidad de Santoña, me quedo embelesada con la visión de estampas que voy acariciando con el pincel de mi imaginación, la imagen de dos barcas que no han soportado la dureza en el tiempo del frío, lluvia y destrozadas sin poner resistencia, descansan acariciadas por una aterciopelada sábana de verde lodo. Noja, donde hemos estado en infinidad de ocasiones, me era totalmente desconocido.

Llegando ya a Güemes y buscando ya el Albergue, fuimos a parar a un apacible lugar, un tipo cervecera rústica americana, ambientada en el recuerdo del country-rock y quien como Kenny Rogers y otros muchos cantantes, podrás ver en sus paredes cual museo de la música Country Americana, que gozada , llegar no viendo el momento de despojarte del armario ropero y que te abrace una canción de Cris Cristoferson, la paz del lugar con su porche a una temperatura perfecta ( no había nadie) nos empujó, aún estando tan cerca del albergue, a quedarnos a comer y descansar un poco. El “Food ans Rock and Roll” es el nombre del encantador lugar, nos tomamos dos cervecitas pa estar a tono con el ambiente, que por cierto, como se sube a la cabetxa una sola txervetxa cuando caminas. ¡tenerlo en cuenta!. Mientras comíamos, observamos una perra con sus tres juguetones cachorros, enseguida hicimos migas y terminaron con sus travesuras rodeando la mesa, lugar prohibido para ellos y sin que sirviese de precedente disfrutamos todos un ratito, hasta el café. Los dueños, un matrimonio joven, vivían en la parte de arriba desde hacía tan solo un año, la experiencia iba siendo buena, estuvimos charlando con el marido, comentando los peregrinos que por allí habían pasado y curiosidades de alguno de ellos, por ejemplo, una peregrina chinita, que llegó con los pies tan destrozados que hubo que llevarla en coche hasta el albergue porque era incapaz de dar un paso más. Con pena de abandonar aquel lugar y con regalo de dos camisetas incluido, nos dirigimos hacia el albergue.

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