ETAPA 5 GÜEMES - SANTANDER
ETAPA 5 GÜEMES - SANTANDER
ETAPA 5 GÜEMES - SANTANDER
A la mañana siguiente (albergue Güemes) nos levantamos a las 7 y coincidimos prácticamente todos en el desayuno, como en casa, tus magdalenas, pan con mantequilla y mermelada y un café calentito que te da una de las primeras alegrías del día, entre todos se recogió y fregó, nos fuimos despidiendo y empezamos a desfilar cada uno en su momento y ritmo, nosotros un poco lentos. Uno de los momentos tan deliciosos del día y los hay en abundancia, pero es cuando empiezas a caminar, fresco, con vitalidad y energía sin estrenar, todavía sin aparecer las muestras de que en tu cuerpo están los puntos flacos que arrastras cada día, en mi caso las rodillas, los hombros, eso, frescos como lechugas. El sol asomaba el flequillo al vuelo en el horizonte, avisando de un precioso día y caluroso con una ligera brisita, con lo cual, perfecto.
Diez de la mañana, nos acercamos para la vez desde arriba de la escalinata lo que se veía, una cala desierta nos estaba invitando a bajar y que luego también teníamos que pensar que había que subirla. La etapa era corta y muy agradable, nos habíamos planteado aprovechar los momentos de descanso que otras jornadas más largas no nos lo permitían. Mon, que, ¿nos pegamos un bañito y descansamos diez minutos?, bajé, despacito, de uno en uno los peldaños, las rodillas me estaban gritando, ¡para ya!, cada vez aparecía antes el dolor, cuatro pasos eran suficientes, pero buscaba la manera de engañar al dolor, distraerlo centrando la atención en un pensamiento, observando una casa, apropiándome de las vida de sus dueños, por unos momentos, que haría yo teniendo ante mis ojos todas las mañanas el mar, y en un día de lluvia…….., me perdería en mis pensamientos, un recuerdo, pensando en ti, imaginando un viaje……Que melodía la del mar, la luz era impresionante, el azul del agua celeste con Prusia, la arena blanca y suave, nos deshicimos los armarios y la ropa, la brisa acariciaba la piel, secando el sudor, cerré los ojos y me mezcle por unos segundos con el aroma del mar. El agua refrescó centímetro a centímetro mi cuerpo, a lo lejos un velero se acercaba. Fue suficiente, aunque de haber perdido la conciencia, hubiésemos sido todo el día, náufragos de una isla desierta. Subimos las duplicadas escaleras, dejando atrás un momento insuperable del día. Seguimos hacia Somo, recordamos el año que pasamos las vacaciones en el camping “Latas”, las grandes parrillas donde las rodajas de bonito se tostaban, más que al sol, al carbón. Llegamos a la playa, que atravesamos, la gente llegaba con los niños para disfrutar del día, nos miraban como si no encajásemos en la foto, una vez dejamos de pisar la alfombra tostada en dirección al paseo de la bahía, vimos una heladería, no soy de helados pero, ¡como iba a faltar la guinda en el pastel!, nos miramos y……hace uno ? UMMMMM, pues si.
Los dueños, con los que estuvimos charlando mientras duró el helado, se extrañaron de que no descansásemos un poco más, justo acabar de darle el capricho al paladar y sin pereza nos pusimos en pie para colocarnos de nuevo la penitencia, es curioso pero, solo quieres seguir y seguir y seguir, a pesar de saber que casi a los cinco minutos te dolerá el hombro y las rodillas y empezarás de nuevo a colocarte una y otra vez, con un leve saltito, elevando de esta manera la mochila, esperando conseguir en uno de los intentos, que deje de dolerte el hombro derecho o ¿será el izdo? y que encaje milagrosamente de una vez. Mientras pasa el tiempo y ya ha llegado a la taquilla para coger la “Pedreñera”, la lancha que nos llevará a Santander, no os preocupéis funciona todo el día y os deja en el mismo centro a muy poco del albergue que queda, según bajas (Paseo Pereda) a la izda.
Esperamos escasos diez minutos, mientras tirados en los escalones del embarcadero, observé los chavales jugando, haciendo amago de tirarse al agua, ya se iban juntando silenciosamente y dejando claro la rutina del transporte. Una mujer, joven de unos 35 años, de aspecto sencillo refinado conversaba, supuse, con su suegro, de lo encantada que estaba con el resultado de las clase de vela de su hijo, el profesor una maravilla decía, una “negurítica” pensé, (estará casada con un empresario de edad, por lo que tendrá ya dos niños a los que emborrachará con actividades de elite durante el periodo vacacional y así dispondrá de tiempo para ella……….masajitos, playita, comidita con la amigas, etc, etc,…….que bien tiene que vivir………) y se iba acercando la lancha, que hizo que se activasen los nervios en las extremidades inferiores, que empezaron a funcionar, acercando sus cuerpos y sus conversaciones al extremo de los escalones. Nos acomodamos en los asientos que encontramos a proa y cerca se sentó “la negurítica”, con alguien se puso a hablar por el móvil, quizás con el marido empresario que le ponía al tanto de su apretado programa, tenía hora en la peluquería y no sabía cuanto tardaría…….Atracamos y vuelta con mochila al hombro, el dolor en la rodilla izda era en algún momento insoportable, una voz de mujer por detrás nos detuvo e hizo que nos volviésemos, ¡era “la negurítica”!, ¡sorpresa!. Hola sois de Bilbao?, os he oído hablar y he reconocido el deje, si necesitáis algo decirme, yo vivo aquí pero también soy de Bilbao!, la hubiese dado un abrazo, vamos, vamos, ¡ y el papel que le había tocado en el guión de película que me dio tiempo a preparar!, ¡ maja ella!. No te fíes de las apariencias. Pasó de “La negurítica” a “la Maja Bilbaína de Santander”.
Literalmente tropezamos con nuestras amigas peregrinas, “Hnas. C y M” (dsd Portugalete), ¡hombre!, ya habéis llegado, ¿el albergue, sabéis donde está?, nos acompañaron y dejamos las mochilas en la cafetería anterior al portal del albergue, ya íbamos llegando, poco a poco más conocidos, “el de Elche, piernas largas” (dsd Portugalete), “El trío de Castro”, Manuel y Elena (dsd Güemes), después de tomar un tentempié, hicimos cola para entrar en el albergue, parecíamos un rebaño, el lugar no resultó muy acogedor y lo remató el trato del hospitalero, aún menos acogedor y que por cierto, no selló la credencial a Mon. La habitación donde estaban las literas, era como una colmena, pasillos de anchura extremadamente justa, aprovechando así, cada centímetro de espacio. Nos acomodamos en las literas elegidas al lado de las Hnas, al fondo junto a las ventanas, que daban a un patio interior amplio.
Quedamos en ir a comer juntos “El trío de Castro”, “Las Hnas. C y M” y nosotros, Mon conocía un bar-restaurante donde, cuando por trabajo, frecuentaba a menudo, recordaba sus buenos potajes y precio económico (por si es de interés, el CHUMARRU). Las rodillas se negaron a seguir y como por separado era imposible, fuimos lo primero a una farmacia, me hice con dos, una para cada piernas, claro ¿no?, fue ponérmelas y sentí volar, que maravilla, pensé en batir record en la próxima etapa, ¡claro, que era una total ilusión!, pero me ayudaron mucho a continuar día tras día. (Rodilleras = imprescindibles).
La comida estuvo tan bien como la compañía, pasamos un rato estupendo. Volvimos al albergue y cada uno decidió de una manera diferente pasar la tarde. Nosotros quedamos para vernos con una compañera y amiga de Mon, a pesar de que el cuerpo no estaba para muchos trotes, todavía recorrimos las calles cercanas al albergue, calles en fiestas, 18 de julio.
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