ETAPA 6 SANTANDER - POLANCO



ETAPA 6 SANTANDER - POLANCO







Esta etapa es peculiar por lo comentada, ¿el motivo? La chispa de riesgo a lo desconocido, la decisión de saltarte algo prohibido. Fue una etapa un poco desagradable por la obras de carreteras que nos encontramos, por más que intentábamos mantener las indicaciones, nada con lo que nos tropezábamos se parecía a lo que supuestamente debía aparecer, una y otra vez nos ponía la etapa a prueba, una de las conclusiones a las que llegamos fue que, estando en este lado, (en el camino), hay ocasiones en que, según que ayuda pidas a los habitantes del otro lado, confundirán tu andadura, no por las intenciones de ayuda, que siempre soy agradecidas, por la intención, sino porque la visión está fuera de su alcance y no son concientes, por desconocimiento, de que en tu vida de caminante no existen las mismas condiciones, ni físicas, ni materiales, sin embargo existe una condición que sobrepasa el entendimiento, a no ser que lo vivas, es tu propia fuerza, espiritual y psíquica, fundiéndose a la fuerza del que te acompaña. En una gasolinera, después de atravesar una autovía en construcción o reforma (que agradecerá el que posteriormente la use) pasando desniveles de terreno, tragando polvo, soportando ruidos y al conseguir pasarlo en el menor tiempo posible, felices. Nos alegramos de dejar todo eso atrás y poder preguntar, donde porras estábamos y por donde podíamos seguir sin dejar la ruta del peregrino. Amablemente nos indicaron, pero nuestra orientación nos decía que no era muy acertada, realmente no era el camino del peregrino sino simplemente, el camino del que quiere llegar y no precisamente andando, así que volvimos a preguntar y fue la última vez, descubrimos que además de andar 4 kilómetros de más, nos íbamos desviando, ¿Dónde está la flecha?, nuestra flecha, la luz del camino .
Nos terminamos guiando por nuestro instinto y al final lo conseguimos. Por fin vimos la flecha, pero pagamos un precio. La ruta de las vías del tren. La seguridad de caminar por la ruta conveniente volvió a acompañarnos. Llegamos al tan anunciado lugar y su paso prohibido cruzando un tramo de vía, peligroso si no tienes en cuenta los horarios de trenes y los consejos de una lugareña.

El trayecto siguiendo las tuberías de la fábrica de sosa Solvay, durante 4 kilómetros, monótono, que fácilmente te alargaba la distancia, te hacía recordar el cansancio , hasta que vimos a las Hnas M/C (Portugalete), motivo de alegría y analgésico para los dolores, dejó de ser una camino aburrido y monótono, hasta yo diría, que hubo kilómetros que desaparecieron. Atravesamos la última estación y vías de tren para contar los minutos que faltaban para llegar a Polanco. Bastante cansado y dolorida, me senté en el primer y único bar que encontramos antes de llegar al albergue, eran las 14:00 h y mientras picábamos unos bocadillitos y una cervecita, comentábamos la jornada y sus pormenores. Ya recuperadas un poquito las fuerzas, buscamos el refugio y la referencia de un antiguo bar, cerrado actualmente, pero que amablemente lo ponía al servicio del peregrino y hacía así de hospitalera, trataba de mantener a los ojos de la asociación del Camino, el albergue aparentemente curioso, lamentablemente necesitaba algo más, el olor a humedad de las dos habitación era bastante considerable, aunque si tratabas de no pensarlo, el lugar en general era bastante agradable y acogedor, la entrada, a modo de recibidor- salita, la abrazaba a la derecha, dos habitaciones, cada una de ellas con una litera de tres. El baño de frente a la puerta de entrada, en la pared de la izda, dos ventanas altas. Llegamos al bar, triste y vacío, donde en tiempo pasado sus paredes habían escuchado risas, charlas y recogido el humo de los pitillos, ahora silencioso como un museo, mantenía vivo al fondo a la izquierda, un comedor, donde unas 6 mesas esperaban el calor de una comida caliente. Nada más abrirnos la hospitalera y mientras nos presentábamos, mis ojos solo buscaban algo donde sentarme, mi cuerpo ya seguro del final de la etapa, dijo - ¡hasta aquí he llegado!, preguntamos si era posible que nos preparase algo de cenar, nos daba igual que, unos huevitos fritos mismamente y una ensaladita, se nos hacía la boca agua pensarlo. No hubo ningún problema y quedamos a las 8 de la tarde, tiempo que nos vendría bien para acomodarnos, lavar la ropa y descansar un poco. En el lateral derecho de la casa, estaba resguardado con un tejadillo, un antiguo lavadero de piedra y el colgador en lo alto, en el prao. Una litera de tres camas en cada una de las dos habitaciones, llenaban el pequeño hueco, destinado a dormitorio, bien aprovechado, justico, justico y agradecido, siempre se agradece encontrar cada final de etapa, tu hogar, en este caso y de momento para los cuatro, éramos afortunados y disfrutamos de esa sensación mientras duró, por lo menos eran las ocho, cuando desperté de un merecido descanso. Llegó un peregrino, solo, peculiar, célebre, dirían en alguna comunidad, se incorporó al grupo y en nuestra habitación, se cargó la habitación en exceso, pero es parte del contenido del paquete. Caminaba solo y cada etapa, batía su propio record y lamentablemente para los que compartieron espacio y algún momento, sufrieron la ausencia del aroma a ropa limpia y al aspecto relajado y agradable de haber recibido una buena ducha. Nos acompañó en la cena y compartimos conversación. Llegaba a caminar etapas de hasta 50 km. ¿¿¿!!!.
Cuando llegamos al albergue, una pareja jovencita, de peregrinos, en este caso, creo recordar que eran Polacos, se acomodaron, en la entrada el chico y su pareja con las Hnas. MyC. Se cocinaron con la ayuda de un pequeño infiernillo, una mezcla de agua y polvos ¿¿??. No tardamos en recogernos todos.
En nuestra habitación, en la litera de abajo, se acomodó “el aromático”, ya que tenía intención de levantarse sobre las 5 de la mañana, en la de arriba Mon y yo en medio, a modo de sándwich. Se añadió durante la noche un compás más, gran serenata en do, mayor, menor……..tuve a mano los tapones y mi antifaz, moníiiiisimo, negro con florcitas blancas, que me había dejado mi amiga Lourdes y que fueron de gran ayuda.

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