ETAPA 7 POLANCO - COBRECES
El compañero de habitación, había dejado su espacio vacío , a las 5 de la mañana oí como sigilosamente recogía y desaparecía, como si de un ladrón se tratase, no tardó ni 10 minutos.
Pasamos la carretera, era domingo y no se veía gente por el camino, sin embargo si se notaba movimiento de recogida de fin de semana, era zona de casas de alquiler y rurales, se veían familias y grupos de amigos, globos en las ventanas, señal de haber niños y celebración de cumples, ya sin ruidos las bolsas de viaje se amontonaban en la puerta. Un portón de un caserón que daba a un patio interior, dejaba ver su interior y sus dueños sentados en el porche, al cobijo del agua, que ya empezaba a suavizar su insistencia y aprovechamos la invitación que nos ofrecieron sus sonrisas y saludos al pasar, lo que nos hizo retroceder unos pasos y aprovechar para pedirles que nos llenasen las cantimploras de agua, charlamos unos minutos y seguimos el camino.
Mis rodillas iban mucho mejor, dejaba de llover y siendo consciente de ello, lo disfrutamos aún más, así como del paisaje, pueblo con calles estrechas, casas abrazadas con altos cercados de piedra, señoriales verjas guardando amplios terrenos, riachuelos de postal bajo puentes romanos. Llegamos a Santillana, suelo empedrado, un paseo histórico, paramos a desayunar entrando ya en la estrecha calle donde a un lado y otro se reparten bares y restaurantes, después de casi dos horas andando la necesidad era evidente. Éramos observados por la pareja que se encontraba de frete a nosotros, posamos los armarios roperos y dejamos apoyados a Montxo y Manolito. ¡Que bueno y calentito el chocolatito!, el dueño se nos acercó y compartió alguna anécdota de su camino con nosotros, lo hizo con un grupo de amigos y en bici, guardaba buen recuerdo. Deseándonos buen camino proseguimos la andadura. Llegamos a las 13:30 a Cóbreces y enseguida vimos a la izquierda el Monasterio Cisterciense, donde habíamos decidido pasar la noche, las fuerzas parecían agotarse, sabiendo que ya estaba en casa, es entonces cuando parece que no vas a resistir más y no vas a ser capaz de llegar. En el edificio de la entrada, la puerta estaba cerrada, el padre portero no estaba, pero la puerta lateral estaba abierta y daba acceso ya, al recinto de Monasterio, majestuoso edificio, visitado por turistas, donde pueden comer y pasar la noche. Pasaron delante de nosotros cuatro personas, frescas y encaminándose a los comedores. A la izquierda del edificio central y como continuación al de la entrada, supusimos que era el lugar destinado para el descanso del peregrino, así que, solo quedaba subir esas poquitas escaleras, que desde abajo, las llamaba y no se acercaban. Arriba ya, llamamos pero nadie respondió, la puerta abierta, un largo pasillo, sus paredes limpias de adornos y tres puertas a cada lado formaba la distribución sencilla del hogar. Necesitaba sentarme, tumbarme, descansar un poquito, no podía más y me introduje en la primera habitación, en la que una litera y una cama, tipo turca junto con una mesa y dos sillas llenaban el hueco, ¡AH! ¡Y cuarto de bajo completo, con ducha sin cortinas!, decidí no moverme de allí. Mon fue a buscar a un padre o fraile para que nos sellase las credenciales y pudiésemos confirmar nuestra estancia. Tardó un poquito, pero al final apareció con un fraile, me encontraba sentada y me había descalzado, era lo primero y lo único que podía hacer. Nuestra sorpresa fue, que no era el lugar del peregrino actual, sino el antiguo, no vimos, un edificio a la derecha en la entrada que ¡claro!, al estar visualmente fuera del recinto de la Abadía, no reparamos en él. Al verme ya medio acomodada y tan cansada el buen fraile nos permitió quedarnos allí mismo. ¡ BIENNNN!.
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