¡AVISO!

Se han producido cambios en la visualización de las etapas.
La última etapa visible en principio es la 12, para continuar, debéis pinchar en
ENTRADAS ANTIGUAS.

CAMINO DEL NORTE. CAMINO DE SANTIAGO

  • El camino, una promesa cumplida.
  • El camino un fluir de emociones y sentimientos.
  • El camino como la vida. Principio y final.
  • El camino como la vida. Etapas cortas, el día a día.
  • El camino como la vida, te enseña, te cambia, te da, te quita, penas, alegrías, risas y lágrimas.
  • El camino evoca momentos dormidos, recuerdos, aromas, una imagen te da la mano y traslada muy cerca de una persona querida, amiga, familia.

El día te enseña a caminar.

Tú haces el camino.

Como peregrina nazco, como cualquier ser, sin experiencia, sin conocimientos, sin conciencia de lo que me espera. Verde como el trigo, verde, acorazada, alerta e inquieta sin controlar, siendo el control mi serenidad y seguridad, en la otra vida, la que dejo atrás, hasta que esta muera.

ETAPA 1 BILBAO - PORTUGALETE









Ha llegado el día.

El 14 de Julio del 2008 ve nacer a una peregrina, acompañada por Mon, Ra-món, el que nace como su compañero en el Camino del Norte.


DESDE BILBAO A SANTIAGO DE COMPOSTELA.
Me acompañan, los dos mejores apoyos que jamás pude imaginar y que sin ellos no hubiese sido posible.

Mon, mi compañero, el mejor que existe, paciente, seguro, portador de lo que en el momento necesité y mi bastón, "Manolito" lo bauticé, en honor a mi padre, era de él y no lo llegó a estrenar, llevaba su espíritu, su fuerza, su serenidad y calma, su sabiduría, me ofreció una increíble seguridad, suavizó subidas, evitó y amortiguó caídas. No he necesitado nada más importante, ¡ que suerte he tenido!.
No soy capaz de entender mejor forma de vivir el camino que portando un motivo especial, una promesa, un sentido más allá del recorrer caminos. El motivo empuja, el motivo da fuerzas, el motivo te guía.

Mientras escribo, siento el frescor en mis mejillas de las lágrimas que afloran de nuevo cargadas de emoción, síntomas vivos del camino, dispositivo que se activa con el recuerdo.

Son las siete de la mañana, emocionados y sin sueño, los nervios se lo han comido. La tarde anterior habíamos preparado minucionsamente todo el equipaje que decidimos iba a ser lo necesario para el camino. Bien colocado en los cajones de nuestros armarios, guiados por la información que sacamos de Internet y la experiencia que del año pasado Mon, había almacenado. ¡ claro! que cada uno ve unas necesidades diferentes al resto, así que no te ayuda mucho a la hora de la verdad demasiado, la experiencia de otros, aunque te da una cierta seguridad o te ayuda a decidir que será lo mejor para ti.

Desayunamos y arreglamos y........llegó el momento de ponerse la casa encima!, madre mía como pesa!, bueno será la primera impresión, supuse, me iré haciendo, pensé.
Nos dirigimos hacia la Basílica de Begoña, que la tenemos cerquita de casa y donde nos casamos por segunda vez, ¡anda que no tiene mérito! hace tres años; nos pusieron los primeros sellos, muestra real que empezamos la andadura, promesa, penitencia y aventura.
Eran las 8:30 de la mañana y empezamos a bajar por la Calle Virgen de Begoña, calle por donde he desgastado tacones yendo y viniendo a mis anuales revisiones optanmológicas, sentía estar viviendo un mundo paralelo, recordando mis pasos con otro sentido. Llegamos en unos minutos al otro lado del Parque de Etxebarría viendo a lo lejos nuestra casa, pero lo veía diferente, la despedí con una sonrisa inquieta y dando la espalda seguimos la señal para no mirar atrás. Muy atentos a la Guía que estrenábamos y que Mon se encargaba de llegar en su armario, cajón de arriba en la cabecera, del que entraría y saldría como prenda de marca, duradera con el uso eterno, que descansa todavía en muy buen uso a pesar del viaje.
La catedral de Santiago, merece la pena disfrutar visitándola, es el edificio más antiguo de Bilbao. Iglesia gótica, está edificada sobre una antigua ermita que data de las peregrinaciones jacobeas. Posé en la foto que presento, orgullosa de tenerla como empuje, fuerza y símbolo de apoyo para emprender la primera etapa hacia Santiago. Cruzamos la ría, (foto Iglesia de San Antón) hasta llegar a San Francisco y enfilamos la calle Autonomía. Que sensación, a parte del armario de tres cuerpos que llevaba encima y llevado con orgullo, sentía como alfileres lo ojos de las personas que se dirigían a sus trabajos, pensando quizás ….¿Dónde pensarán ir estos pobres?.. El sol nos acompañaba, el día avisaba dulcemente que se unía a nuestra aventura. Subimos por Altamira y cruzamos la autovía, tuvimos el primer despiste, pero no fuimos conscientes, embriagados por el momento, como íbamos bien orientados por la familiaridad de la zona no seguimos bien las indicaciones o no las vimos, eso hizo que comprobásemos lo desagradable del recorrido por autopista, camiones ruidosos, soplándonos suavemente por la inercia, orillándonos y acelerando el paso para dejar lo antes posible ese tramo de confusión que pagamos lo que duró. Llegamos al puente del Diablo, eran las 10:30, ¡cuantas veces habíamos pasado por ahí!, en coche claro, empezamos a descubrir otro mundo paralelo.
Zona gris, fábricas de carbón, cuestas, ¡como no!, taaaaantos años tan cerca y tan lejos, era la primera vez que pasaba por este lugar, calor, el sol dejaba huella y pesada, decidí el día anterior ponerme, por la cosa del frío, el equipaje claro está, de frío, peeero, ahora sobraba, eso si, si no tenía remedio, a lo hecho pecho, bueno, es un decir.

Y rodando los pensamientos y comentarios llegamos a Zorroza, Cruces y que calor, El BEC (Bilbao Exhibition Centre), Baracaldo, pasamos un puente de hierro y, ¡el primer peregrino que nos encontramos!, ¿Mira? otro como nosotros, Mon, ¿de donde vendrá?, ¿de donde será?, aceleramos un poquito, sus piernas eran muy largas y con menos esfuerzo se alejaba con facilidad. Llegamos a su par, con la lengua fuera, como quién hace un último esfuerzo y a pesar de, lógicamente encontrarnos con personas que iban y venían, esto era otra cosa, esta persona era de los nuestros, estábamos viviendo lo mismo; Hola, buenos días, ¿de donde vienes?, le preguntamos, era de Elche, había comenzado su camino en Irún, Uf, nos pareció toda una proeza, ya llevaba una semana haciendo lo mismo que nosotros. Nos paramos a comprar dos piezas de fruta y bien aleccionados por los consejos colocados en Internet, llenamos un cajón del armario de cada uno, de bolsitas de frutos secos.

Miro el reloj, 13:30, ¿donde estamos?, en PORTUGALETE, no hizo falta respuesta, la ría, el Puente Colgante, ¡habíamos llegado!.
Tan cerca y tan lejos.
Cuanto más cerca tienes la meta más cuesta llegar y más lejos parece estar.
Este fue el primero de los días de peregrina, dormimos a 21 kilómetros de casa y empecé a descubrir un nuevo mundo.

Localizamos el albergue fácilmente, cercano al ayuntamiento, céntrico y en cuesta. Centro de Iniciación Profesional y Educación Permanente de Adultos, cedido en Julio y Agosto para los peregrinos. El trato agradable, nos causó buena impresión, en el pasillo una hilera de literas, llegando a la última una puerta daba paso a un aula a modo de dormitorio con 12 camas en literas en (fotos) sobre cada una de ellas una sábana desechable y almohadón. Continuando en el pasillo una larga mesa y sillas, cafetera, utensilios de cocina y las duchas al final del pasillo, una de chicos y otra de chicas.

Llegaban dos chicas , muy agradables, cruzamos algún comentario, hermanas nos dijeron que eran, de Barcelona, durmieron al fondo de la habitación, también recuerdo a un matrimonio extranjero, ah! el de Elche, el de las piernas largas. Después de comer dimos un paseo por la ría, sus majestuosos edificios hacía ya sombra en una maravillosa tarde. Volvimos al albergue, descubrimos la invasión, un grupo de jóvenes, entre 14 y 18 años había hecho posesión de las literas del pasillo. Cenamos fruta y un yogur en compañía del matrimonio y el de las piernas largas, hicimos un poco de tiempo sentados en las escalera exteriores del edificio y decidimos acostarnos, me pedí la de arriba, que nervios, como el primer día de campamento con 9 años, lo estrenaba casi todo!, última revisión, todo a mano, mochila preparada a los pies, toalla aseo y única en la barra de la litera, botas bien colocaditas con Manolito de guarda, ¡buenas noches, apretón de manitas transmitiéndolo todo y hasta mañana!

ETAPA 1 BILBAO - PORTUGALETE

ETAPA 2 PORTUGALETE - CASTRO URDIALES





ETAPA 2 PORTUGALETE - CASTRO URDIALES






No dejé de dar vuelta metida en ese saco que estrenaba y que me resultaba tan pequeño, a la cremallera le quedó bien claro el recorrido que seguiría a partir de ese día, pierna fuera, calor, pierna adentro, frío, vuelta a izda, mi armario, allí esperando en el quicio del enorme ventanal, recordé como había colocado dos horas antes mi ropa, vuelta a la derecha, todos dormían, aparentemente y más por los ronquidos, vuelta a la derecha, la ventana la dejé entreabierta, aunque era planta baja no había peligro, tenía barrotes, nuestras botas y compañeros de metal seguían esperando y de repente el matrimonio, a mi derecha, se incorporan y sin hacer ni gota ruido van recogiendo sus enseres y salen de la habitación. Doy unos golpecitos en el colchón, esperando respuesta, que fue inmediata, Mon me toco la mano y en voy bajita le dije que si nos íbamos ya, sí, contestó, no he pegado ojo pero estoy bien, si quieres arrancamos; vale, le contesté y al igual que ladrones y con todo el cuidado posible sacamos nuestras pertenencias en dos viajes y en el último revisando no nos dejásemos algo. Nos aseamos y vestimos en el servicio, al menos allí sin problema de molestar ni de espacio. Bueno, ya estábamos preparados y dispuestos para iniciar nuestra 2ª etapa, a Castro y pensar que en media hora podíamos estar en coche. Salimos del edificio, dejábamos atrás sinfonía de descanso y por delante un nuevo día. La oscuridad y silencio nos hacía entrega de las calles solitarias y vacías que nos indicaban el camino, ¿que hora será? ¡Ostras! Las 4 y media, no me lo podía creer, estábamos tan despejados por la tensión que no fuimos conscientes de la hora, llegamos a una rotonda y dudamos por donde continuar, hacia arriba a la derecha o hacia debajo de frente, decidimos que hacia abajo por intuición, debimos acertar, al final de la recta una señal, flecha amarilla, continuamos por un bide-gorri que nos llevó a una especie de área de descanso, a la izquierda del camino unos árboles frondosos y bajos, bancos de madera con su largas mesas entre ellos, esperando la llegada de la luz del día el bocadillo, tortillas y las bebidas posarse encima de su áspero, seco y descolorido lomo de madera. A la derecha del camino marcando bien su anchura limitada igualmente árboles sin espacio propiamente señalado, de repente como rodando una película de terror mi mente rodó y filmó, en la escena la oscuridad se cerraba mucho más, los árboles escondían detrás ojos sin cuerpos que se fijaban según caminábamos, traté de oir algún pajarillo pero ¿Dónde coño se había n metido?, ni gota de aire, ni olores, ni NA, solo Mon y yo, le di la mano como quien enciende la luz después de una pesadilla y comprueba que está a salvo, ¿Qué te pasa?, no nada, que me da cosa tan oscuro y silencioso todo, ¿no se acabará ya este parquecito?. Que sepáis que “cosa” no es “miedo”, es cosa. Aguanté un ratito más así, bueno o no tanto pero se me hizo muy largo y por fin llegamos a ver a nuestra derecha la autopista, ¡ venditos los coches y el ruido!, hasta el túnel que nos alejaba del parque con ojos y atravesaba la autopista me resultó agradable, con sus pintaditas y todo (foto). El estómago empezó a recordarnos que estaba con nosotros y que ya era hora de cuidarle un poco, llegamos a otro parquecito, este despejadito de arbolado, casi demasiado, pero también con sus bancos y mesas, observando en forma de media luna los adosados que se iban iluminando a medida que los despertadores hacían su labor, sacamos la fruta, galletas yogures y desayunamos con el frescor de la mañana y la esperanza en las venas.
A partir de aquí el camino fue por carretera empezaba a amanecer, con una agradable sensación de libertad que marcaba nuestros pasos no dejando de ver nunca el horizonte que siempre pendientes de cada rama, cada piedra cada caserío que se iba acercando a nuestra vista, sería las 6 de la mañana cuando nos adelantó un aparente mozo, alto, musculatura bien dibujada, con su equipaje azul marino, haciendo footing, acabábamos de pasar unas viviendas unifamiliares y tenía suficientes datos para dejar correr mi imaginación, este chico seguro que es guardaespaldas o vigilante, a estas horas a quien sino se le ocurre salir a correr, porque claro, hasta donde ha llegado y lo tardará en volver de nuevo a su supuesta casa, echa una hora, entre que se ducha, (supongo que ya habrá desayunado y no cualquier cosa que para hacer ejercicio dedicará su tiempo, ¿no?) y demás, cogerá su todo terreno a enfrentarse a una jornada de trabajo…………lleno mis pulmones de oxígeno, que paz, que maravilla. Muzkiz, durante una semana hace ya unos años, hice mi segunda exposición en la Casa de Cultura de la localidad y ahora después de algo más de una jornada para llegar, caminaba por sus carreteras y caminos. ¡Ay va! Esto me suena, que playa es esa, pero si estamos en Pobeña, me molestan los hombros, en un banco en la entrada de la playa soltamos las mochilas y nos quitamos la botas, que gusto, por Dios!, donde habrá un bar abierto, son las 7 de la mañana y este estómago sigue haciéndose notar, ¡que pesao!, ¡mira Mon ahí a la izda parece que está abierto!, nos acercamos y si, que bién, que olorcito a tortilla de patatita y mira que curasanessss, ummm, no se por donde empezar, el bar estaba caldeao de gente, calorcito de cafetera, mesas libres, todos en la barra, nos sentamos después dejar al borde de la mesa las mochila siempre que no estorben y cerquita, muy cerquita, que ahí va mi cassssa. Al final comimos pan tostadito con mantequilla y mermelada y café cargadito con leche, que placer. Se nos acerca un señor y nos saluda amablemente, ¿a dónde os dirigís? ¿De donde sois?, charlando y alimentando su curiosidad nos contó que había sido hospitalero de Pobeña nos dio una indicaciones que agradecimos aunque solamente el hecho de conversar unidos por un mismo espíritu, abriga y alegra el alma. Atravesamos la playa y continuamos por el trazado del antiguo ferrocarril minero que ahora es paseo peatonal por la costa, camino especialmente bello acompañándonos a nuestra derecha, el mar, iluminado por los primeros rallos de sol, quitándose las legañas en los pequeños charcos que dejaban ver el ocre tostado de la arena.
Acercándonos a la playa de Mioño, alguien, alguien, (¡ anda que si me acuerdo quien fue!) nos indicó un atajillo que te presenta en la playa en un plis, plas. Enseguida vimos una entrada a un camino hacia la derecha y bajando, no empezó mal, pero cuando ya no era para volver hacia atrás, el atajillo se estrechó sin avisar y las ramas de ambos lados se cerraron, de repente se convirtió en maleza intransitable que entre gritos y muchas ayuda de mis compis Mon y Manolito, (Santo manolito) llegué llenita de rasguños arañazos, sofocada (lindamente dicho) y acordándome de la Santa madre del Samaritano, UFFFF. Cruzamos la playa y tras una pequeña pero empinada cuesta llegamos a unas campas que nos iban llevando, disfrutando de una panorámica impresionante, hasta Castro, zona, que nos era totalmente desconocida, me habían colocado como si de una maqueta se tratase, una ciudad de lujo, adosados con esas vistas con las que cualquiera, al menos yo, me gustaría después de disfrutar del olor y sonido del mar con los ojos cerrados, abrirlos y fundirme con sus vistas, día tras día.
Aquellos maravillosos años, en que existía la acampada libre, donde saboreabas tumbada en la hierva una postal en vivo, donde todavía en la playa no te ponía la pierna encima el vecino de toalla, no era mi Castro, que había pasado. Dejaba huella de su existencia parte de esa campa mencionada como si de un monumento se tratase y ser recordada para el resto de los tiempos. Todavía sin dar crédito a mis ojos llegamos al puente que da a la playa, la de siempre, la del propio pueblo, paseo costero que nos dirigió hasta el puerto, me senté en el primer banco que vi y observando lo que me rodeaba relajé mis músculos doloridos, despejé mis hombros de su penitencia y di gracias a Dios por lograr llegar un segundo día, esperaba a Mon que se acercó al punto de información, mientras cerrando los ojos dejaba que el sol me acariciase, sintiendo su calor y mi cuerpo flotar.
Nos dirigimos hacia el albergue, ya eran las dos de la tarde nos quedaba una gran recta que nos llevaría hasta la Plaza de Toros y a su izquierda se dejaba ver un edificio sencillo y nuevo, hasta coqueto diría yo, sus paredes en un ocre pintadas y a su alrededor un césped verde y fresco separando y limitando el terreno una verja de madera, la primera impresión fue muy agradaba y no alegramos de la suerte que teníamos. En cinco minutos entraban en el recinto tres jóvenes, dos chicas y un chico, catalanes y profesores, venían de Irán y llevaban experiencia de peregrinos, era la tercera ruta Jacobea que llevaban vividas, RiKi, Elena y ¿?, estuvimos charlando a la espera del hospitalero cuando llegó un grupo de chicos y chicas, saludos, se fueron tirando al sol, en la hierva unos, otros a la sombra, todos con ese semblante de haber llegado a casa. Llegó el hospitalero, un chico joven, en bici, nos fuimos registrando y acomodándonos en las literas, según entramos nos colocamos en la de enfrente de la puerta, eso esta vez los dos en las de abajo, al estar seguidas nos lo podíamos permitir. Estoy pensando que es curioso, haciendo un repaso en este sentido, a no ser de encontrarlas ocupadas, en todos los albergues la tendencia era descansar en las literas próximas a la puerta. Ritual de orden de armario y preparación de vestuario para la etapa siguiente. Hasta mañana si D quiere.

ETAPA 3 CASTRO URDIALES - LAREDO


ETAPA 3 CASTRO URDIALES - LAREDO
Con mucho cuidado y habiendo dejado la noche anterior todo dispuesto para salir lo más rápido posible, siempre tratando de no molestar, salimos del dormitorio y terminamos de meter en el saco, sábana, pijama, en la mochila, en el comedor, detrás sentimos ya a las hermanas que se levantaban, tenían costumbre de desayunar algo antes de comenzar la jornada, nosotros lo que más deseábamos era salir y empezar a caminar cuanto antes.
Eran las 7:30 de la mañana y la luz del día despertando, nos avisaba del maravilloso día que nos esperaba. Repasamos el trayecto que indicaba la guía y disfrutamos de la paz, el silencio y la frescura de la mañana, los caminos nos daban los buenos días y nos dieron la mano hasta llegar a un pequeño núcleo urbano llamado Allendelagua, manteniendo la esperanza de tropezarnos con cualquier tasquilla donde pudiésemos llevarnos a nuestro ruidoso y triste estómago, un cafecito caliente, para empezar. En un pequeño cruce, unos obreros que trabajaban sobre el tejado de una casa en construcción, viéndonos dudosos, nos indicaron la dirección correcta para seguir y ya aprovechamos para preguntarles donde encontraríamos un bar o algo, la respuesta fue "si, nada, cerquita, encontraréis un bar a unos 5 kilómetros más o menos en el camping de Islares". Le miramos con los ojos como platos, claro que eso hubiésemos contestado nosotros de estar en esa vida paralela, la que habíamos dejado y no olvidado, viendo la diferencia que existe entre contar con el motor de un vehículo o tu motor de alubias. Esos 5 kilómetros significaban hora y pico más de caminar acompañados de los gritos de socorro que sonaban en nuestro interior. Nos acordamos de las provisiones de frutos secos que llevábamos en el cajón del costado y nos sentaron de cine, al menos conseguimos silenciar nuestro desfallecido motor. Nos alcanzaron las hermanas, que ya creo que es hora de presentaros a Carmen y Marisa, empezábamos a sentirlas como de la familia, con el respeto que obliga a tener tu propia resistencia y ritmo de caminante hasta llegar al camping de Islares y manteniendo una prudente distancia nos íbamos pasando tanto unos como otros. El paseo fue una delicia con el mar a la derecha, un regalo. Al final del camino que nos llevaba al camping unas obras , enemigas desastrosas, desaliñadas, sucias y polvorientas, que provocaron en un futuro más de un desastre, nos volvieron a hacer dudar, pero gracias a unos vecinos del lugar que amablemente nos indicaron por donde continuar, agradecidos por la ayuda y felices de encontrar personas así, seguimos hasta que empezamos a ver separadas por una barrera de setos, caravanas abriendo sus ventanas para dejar entrar el sonido del llanto de un niño y el aroma del café recién hecho. Que alivio cada vez que paras y dejas casi, caer el armario ropero (a veces como si fuese de 10 cuerpos), pero siempre con cuidado y a su lado “Manolito” de guardián. En la terraza lateral nos sentamos, ¡¡que tortilla de patata!!, una xfa y café doble con leche hirviendo, ¡que placer!. Un alivio para el desfallecimiento de hambre, de cansancio, de sed, de dolor, es un regalo y lo agradeces como si fuera el primero y el último, puede chocar el exceso de valor que siente por absolutamente todo, pero es parte de la fuerza del camino. Seguido llegaron C y M, que alegría, también los encuentros son vividos de igual manera, como si fuesen el primero y el último, porque no conoces los cambios y circunstancias de cada uno y que puede cambiar la trayectoria totalmente. Fuimos los primeros en emprender de nuevo la marcha, nos despedimos y continuamos hacia el Tontarrón, llegando a la marquesina suena mi móvil, ¡ U yu yuy, quien será!, era mi amiga MC, que ilusión, también con su llamada me ofreció un descansito y nos sentamos en el banco de la marquesina del autobús, mientras tanto llegaban las hermanas. Pasamos dejando el Pontarrón por un bar que se encuentra cerrado y que recordamos, hace ya una miaja de años, comer para no volver. Ya en la autopista, mirando al frente y sin dejar el ritmo, desagradable caminar por autopista, el ruido y velocidad de los vehículo es un tormento, sobre todo los camiones como ogros despistados que cuando por tu lado pasan, reverencian con altivez con un soplido seco y seguro, alegrándote cuando volver atrás la cabeza, sientes el silencio de su lejanía. Agur. En el punto más alta, tres personas en sentido y lado contrario caminaban hacia Oriñón, una de ellas, la mayor, a pesar de la distancia de los carriles, nos grito, ¡ Buen tiempo en el camino y fuerza para llegar¡, me sigo emocionando al recordarlo, en ese momento fue tan fuerte el fondo de aquellas palabras, el sentimiento con el que fueron dichas, el que te demuestren que sabes lo que estás viviendo, esos deseos rompieron todos los muros del albergo de mis sentimientos, a partir de de ese momento quedaron desprotegidos y libres, fluyendo con un pensamiento, recuerdo, aroma, palabras de apoyo, saludos acústicos, confusiones, cualquier tipo de circunstancia por pequeña que fuese. Llegamos a Liendo a las 12 y media, hacía calor y empezábamos a necesitar una paradita, pero la ilusión de llegar y ver a L’artist y a Carlos, me daba fuerzas y que voy a decir del paisaje, las casas señoriales que guardan historia en sus paredes y jardines, disfrutando de todo esto y a la vez recordando que la semana anterior habíamos estado allí mismo, viendo la expo de las obras de L’artist (apodo en nuestro mundo flamenco), en la terraza del bar de la plaza, nos sentamos y llamé a Esti, llegó de avanzadilla Carlos, entusiasmado por saber como nos había ido estos tres días, tenía un montón de preguntas, alguna se la contestaré gráficamente en una de las próximas etapas, tomamos un “tente en pié”, ya con Esti y disfrutamos de un ratito de charla contando lo vivido hasta ese momento. Nos acompañaron hasta el cruce que separó nuestros pasos y cogimos la dirección que nos indicaba la señal, íbamos a Laredo, la peor hora, 14:30, mientras nos encontrábamos una pequeña sombra de un árbol o arbusto, daba gracias por ese segundo de frescor, que lo disfrutaba como si hubiese durado cinco minutos, no dejaba por ello de pensar que sólo nos quedaba 1 hora para llegar. Fue un regalo y una recompensa ver aparecer la estampa desde lo alto y ante nuestros ojos de Laredo, las vistas son increíbles. Fuimos a parar justamente en uno de los albergues privados que existen en Laredo, el convento de las Hnas. Trinitarias, el lugar invadido de una paz y calma impresionante, un amplio, limpio y sencillo pórtico, enseguida apareció una monjita que nos recibió con los brazos abiertos, nos indicó que tenía una habitación libre para dos y nos pareció un regalo más del día, que afortunados y más cuando abrió la puerta y ante nosotros, dos camitas de 90, una cómoda a la izda y al fondo, dejando entrar la luz de la tarde e invitando a asomarte, un ventanuco rodeado de unas firmes paredes de piedra, dejando ver desde una perspectiva especial las calles del casco viejo de Laredo.
Ritual ya marcado, decidir donde dejar caer tus huesillos, la mía la de la izda, duchita, preparar la mochila para la jornada siguiente y ya con el traje de calle, como sin casi notarse que llevas a tus espaldas, rodillas, hombros y demás partes, 36 kilómetros recorridos, salimos a mezclarnos con los habitantes y veraneantes del lugar, recorremos ya los últimos pasos que cada segundo cuestan más, te planteas……¿vamos hasta el fondo del túnel, o no?. Cenamos no muy lejos de casa, después de tomarnos una cervecita en una terraza, suelo empedrado, la jornada había sido dentro de la dificultad esperada muy agradable, encontrarnos con peregrinos familiares, un factor cálido del día, que te recuerda estar al otro lado y va formando eslabones de la cadena.

ETAPA 4 LAREDO - GÜEMES





ETAPA 4 LAREDO - GÜEMES








Merecido descanso dio paso a una nueva jornada, para saborarear un poquito más, a saber cuando íbamos o si volveríamos a encontrarnos con este lujo de habilitación, nos el gustazo de levantarnos un poquito más tarde de lo habitual, 7:30 de la mañana nos levantamos, todo preparado intentamos batir el anterior record en salir por la puerta, la verdad que somos unos poco lentos por más intentamos acelerar. La mañana parecería que iba a descubrir un día no muy fuerte de calor, que para nosotros era ideal, no había mucha gente por las calles y decidimos desayunar ante de salir de ciudad. Me sentía en paz, serena, esperando cargada de energía lo que el día querría ofrecerme, al llegar al paseo de la playa decidimos atravesarla pisando su tostada arena, la marea baja, una brisa suave, una continua estampa que iba pintando en mi imaginación, cambiando cada segundo, el agua había dejado un espejo formado por el agua salada que en su trayecto de ida y vuelta había acariciado la arena
Acabo como quien dice de pegarme a la espalda el armario ropero y los puntos claves en los hombros empezaron a despertar, fue un calvario permanente día tras día y al que sin acostumbrarte lo aceptas, tratas de vivir con el dolor o la molestia que ya forma parte de tu penitencia diaria, penitencia que en nuestro caso fue, el exceso de peso. Tu manera de caminar tiene siempre consecuencias y a no ser que seas capaz de modificar tu postura, arrastrarás el lastre hasta el final, asumiéndolo, se convertirá en una penitencia. Encontramos a nuestro paso, unas preciosas conchitas que colocamos en “Manolito” y “Montxu”. En el transcurso del delicioso paseo, éramos observados como si de extraños seres inconscientes y perdidos se tratase al encontrarnos en el lugar de otros seres que realmente están en el sitio debido y a la hora debida, paseando y disfrutando en un día de vacaciones.
Llegamos haciendo una concha al lugar donde una lancha de servicio regular nos cruzaría la bahía hasta Santoña del mismo modo que lo hacían los peregrinos antaño en zonas de costa. Una vez en Santoña y siendo lunes, llevaba los boletos de las primilocas (nombre con el que se bautizó al grupo de flamenquitas que buscamos la suerte y una forma de mantener una ilusión jugando a la primitiva y esas cosas que, por cierto no me gustan ni entiendo, pero que merece la pena encargarse por el significado que le doy….) ¡ y comprobé que teníamos premio! además del premio de la paradita quitándonos de encima la pesada carga. Envié un msm a l´artist para que comunicara a las flamenkitas las noticias, fíjate hasta me pareció, de la alegría, que pesaba menos la mochila cuando emprendimos de nuevo la marcha. Salimos con facilidad de Santoña, me quedo embelesada con la visión de estampas que voy acariciando con el pincel de mi imaginación, la imagen de dos barcas que no han soportado la dureza en el tiempo del frío, lluvia y destrozadas sin poner resistencia, descansan acariciadas por una aterciopelada sábana de verde lodo. Noja, donde hemos estado en infinidad de ocasiones, me era totalmente desconocido.

Llegando ya a Güemes y buscando ya el Albergue, fuimos a parar a un apacible lugar, un tipo cervecera rústica americana, ambientada en el recuerdo del country-rock y quien como Kenny Rogers y otros muchos cantantes, podrás ver en sus paredes cual museo de la música Country Americana, que gozada , llegar no viendo el momento de despojarte del armario ropero y que te abrace una canción de Cris Cristoferson, la paz del lugar con su porche a una temperatura perfecta ( no había nadie) nos empujó, aún estando tan cerca del albergue, a quedarnos a comer y descansar un poco. El “Food ans Rock and Roll” es el nombre del encantador lugar, nos tomamos dos cervecitas pa estar a tono con el ambiente, que por cierto, como se sube a la cabetxa una sola txervetxa cuando caminas. ¡tenerlo en cuenta!. Mientras comíamos, observamos una perra con sus tres juguetones cachorros, enseguida hicimos migas y terminaron con sus travesuras rodeando la mesa, lugar prohibido para ellos y sin que sirviese de precedente disfrutamos todos un ratito, hasta el café. Los dueños, un matrimonio joven, vivían en la parte de arriba desde hacía tan solo un año, la experiencia iba siendo buena, estuvimos charlando con el marido, comentando los peregrinos que por allí habían pasado y curiosidades de alguno de ellos, por ejemplo, una peregrina chinita, que llegó con los pies tan destrozados que hubo que llevarla en coche hasta el albergue porque era incapaz de dar un paso más. Con pena de abandonar aquel lugar y con regalo de dos camisetas incluido, nos dirigimos hacia el albergue.

ETAPA 5 GÜEMES - SANTANDER





ETAPA 5 GÜEMES - SANTANDER







A la mañana siguiente (albergue Güemes) nos levantamos a las 7 y coincidimos prácticamente todos en el desayuno, como en casa, tus magdalenas, pan con mantequilla y mermelada y un café calentito que te da una de las primeras alegrías del día, entre todos se recogió y fregó, nos fuimos despidiendo y empezamos a desfilar cada uno en su momento y ritmo, nosotros un poco lentos. Uno de los momentos tan deliciosos del día y los hay en abundancia, pero es cuando empiezas a caminar, fresco, con vitalidad y energía sin estrenar, todavía sin aparecer las muestras de que en tu cuerpo están los puntos flacos que arrastras cada día, en mi caso las rodillas, los hombros, eso, frescos como lechugas. El sol asomaba el flequillo al vuelo en el horizonte, avisando de un precioso día y caluroso con una ligera brisita, con lo cual, perfecto.
Diez de la mañana, nos acercamos para la vez desde arriba de la escalinata lo que se veía, una cala desierta nos estaba invitando a bajar y que luego también teníamos que pensar que había que subirla. La etapa era corta y muy agradable, nos habíamos planteado aprovechar los momentos de descanso que otras jornadas más largas no nos lo permitían. Mon, que, ¿nos pegamos un bañito y descansamos diez minutos?, bajé, despacito, de uno en uno los peldaños, las rodillas me estaban gritando, ¡para ya!, cada vez aparecía antes el dolor, cuatro pasos eran suficientes, pero buscaba la manera de engañar al dolor, distraerlo centrando la atención en un pensamiento, observando una casa, apropiándome de las vida de sus dueños, por unos momentos, que haría yo teniendo ante mis ojos todas las mañanas el mar, y en un día de lluvia…….., me perdería en mis pensamientos, un recuerdo, pensando en ti, imaginando un viaje……Que melodía la del mar, la luz era impresionante, el azul del agua celeste con Prusia, la arena blanca y suave, nos deshicimos los armarios y la ropa, la brisa acariciaba la piel, secando el sudor, cerré los ojos y me mezcle por unos segundos con el aroma del mar. El agua refrescó centímetro a centímetro mi cuerpo, a lo lejos un velero se acercaba. Fue suficiente, aunque de haber perdido la conciencia, hubiésemos sido todo el día, náufragos de una isla desierta. Subimos las duplicadas escaleras, dejando atrás un momento insuperable del día. Seguimos hacia Somo, recordamos el año que pasamos las vacaciones en el camping “Latas”, las grandes parrillas donde las rodajas de bonito se tostaban, más que al sol, al carbón. Llegamos a la playa, que atravesamos, la gente llegaba con los niños para disfrutar del día, nos miraban como si no encajásemos en la foto, una vez dejamos de pisar la alfombra tostada en dirección al paseo de la bahía, vimos una heladería, no soy de helados pero, ¡como iba a faltar la guinda en el pastel!, nos miramos y……hace uno ? UMMMMM, pues si.
Los dueños, con los que estuvimos charlando mientras duró el helado, se extrañaron de que no descansásemos un poco más, justo acabar de darle el capricho al paladar y sin pereza nos pusimos en pie para colocarnos de nuevo la penitencia, es curioso pero, solo quieres seguir y seguir y seguir, a pesar de saber que casi a los cinco minutos te dolerá el hombro y las rodillas y empezarás de nuevo a colocarte una y otra vez, con un leve saltito, elevando de esta manera la mochila, esperando conseguir en uno de los intentos, que deje de dolerte el hombro derecho o ¿será el izdo? y que encaje milagrosamente de una vez. Mientras pasa el tiempo y ya ha llegado a la taquilla para coger la “Pedreñera”, la lancha que nos llevará a Santander, no os preocupéis funciona todo el día y os deja en el mismo centro a muy poco del albergue que queda, según bajas (Paseo Pereda) a la izda.
Esperamos escasos diez minutos, mientras tirados en los escalones del embarcadero, observé los chavales jugando, haciendo amago de tirarse al agua, ya se iban juntando silenciosamente y dejando claro la rutina del transporte. Una mujer, joven de unos 35 años, de aspecto sencillo refinado conversaba, supuse, con su suegro, de lo encantada que estaba con el resultado de las clase de vela de su hijo, el profesor una maravilla decía, una “negurítica” pensé, (estará casada con un empresario de edad, por lo que tendrá ya dos niños a los que emborrachará con actividades de elite durante el periodo vacacional y así dispondrá de tiempo para ella……….masajitos, playita, comidita con la amigas, etc, etc,…….que bien tiene que vivir………) y se iba acercando la lancha, que hizo que se activasen los nervios en las extremidades inferiores, que empezaron a funcionar, acercando sus cuerpos y sus conversaciones al extremo de los escalones. Nos acomodamos en los asientos que encontramos a proa y cerca se sentó “la negurítica”, con alguien se puso a hablar por el móvil, quizás con el marido empresario que le ponía al tanto de su apretado programa, tenía hora en la peluquería y no sabía cuanto tardaría…….Atracamos y vuelta con mochila al hombro, el dolor en la rodilla izda era en algún momento insoportable, una voz de mujer por detrás nos detuvo e hizo que nos volviésemos, ¡era “la negurítica”!, ¡sorpresa!. Hola sois de Bilbao?, os he oído hablar y he reconocido el deje, si necesitáis algo decirme, yo vivo aquí pero también soy de Bilbao!, la hubiese dado un abrazo, vamos, vamos, ¡ y el papel que le había tocado en el guión de película que me dio tiempo a preparar!, ¡ maja ella!. No te fíes de las apariencias. Pasó de “La negurítica” a “la Maja Bilbaína de Santander”.
Literalmente tropezamos con nuestras amigas peregrinas, “Hnas. C y M” (dsd Portugalete), ¡hombre!, ya habéis llegado, ¿el albergue, sabéis donde está?, nos acompañaron y dejamos las mochilas en la cafetería anterior al portal del albergue, ya íbamos llegando, poco a poco más conocidos, “el de Elche, piernas largas” (dsd Portugalete), “El trío de Castro”, Manuel y Elena (dsd Güemes), después de tomar un tentempié, hicimos cola para entrar en el albergue, parecíamos un rebaño, el lugar no resultó muy acogedor y lo remató el trato del hospitalero, aún menos acogedor y que por cierto, no selló la credencial a Mon. La habitación donde estaban las literas, era como una colmena, pasillos de anchura extremadamente justa, aprovechando así, cada centímetro de espacio. Nos acomodamos en las literas elegidas al lado de las Hnas, al fondo junto a las ventanas, que daban a un patio interior amplio.
Quedamos en ir a comer juntos “El trío de Castro”, “Las Hnas. C y M” y nosotros, Mon conocía un bar-restaurante donde, cuando por trabajo, frecuentaba a menudo, recordaba sus buenos potajes y precio económico (por si es de interés, el CHUMARRU). Las rodillas se negaron a seguir y como por separado era imposible, fuimos lo primero a una farmacia, me hice con dos, una para cada piernas, claro ¿no?, fue ponérmelas y sentí volar, que maravilla, pensé en batir record en la próxima etapa, ¡claro, que era una total ilusión!, pero me ayudaron mucho a continuar día tras día. (Rodilleras = imprescindibles).
La comida estuvo tan bien como la compañía, pasamos un rato estupendo. Volvimos al albergue y cada uno decidió de una manera diferente pasar la tarde. Nosotros quedamos para vernos con una compañera y amiga de Mon, a pesar de que el cuerpo no estaba para muchos trotes, todavía recorrimos las calles cercanas al albergue, calles en fiestas, 18 de julio.

ETAPA 6 SANTANDER - POLANCO



ETAPA 6 SANTANDER - POLANCO







Esta etapa es peculiar por lo comentada, ¿el motivo? La chispa de riesgo a lo desconocido, la decisión de saltarte algo prohibido. Fue una etapa un poco desagradable por la obras de carreteras que nos encontramos, por más que intentábamos mantener las indicaciones, nada con lo que nos tropezábamos se parecía a lo que supuestamente debía aparecer, una y otra vez nos ponía la etapa a prueba, una de las conclusiones a las que llegamos fue que, estando en este lado, (en el camino), hay ocasiones en que, según que ayuda pidas a los habitantes del otro lado, confundirán tu andadura, no por las intenciones de ayuda, que siempre soy agradecidas, por la intención, sino porque la visión está fuera de su alcance y no son concientes, por desconocimiento, de que en tu vida de caminante no existen las mismas condiciones, ni físicas, ni materiales, sin embargo existe una condición que sobrepasa el entendimiento, a no ser que lo vivas, es tu propia fuerza, espiritual y psíquica, fundiéndose a la fuerza del que te acompaña. En una gasolinera, después de atravesar una autovía en construcción o reforma (que agradecerá el que posteriormente la use) pasando desniveles de terreno, tragando polvo, soportando ruidos y al conseguir pasarlo en el menor tiempo posible, felices. Nos alegramos de dejar todo eso atrás y poder preguntar, donde porras estábamos y por donde podíamos seguir sin dejar la ruta del peregrino. Amablemente nos indicaron, pero nuestra orientación nos decía que no era muy acertada, realmente no era el camino del peregrino sino simplemente, el camino del que quiere llegar y no precisamente andando, así que volvimos a preguntar y fue la última vez, descubrimos que además de andar 4 kilómetros de más, nos íbamos desviando, ¿Dónde está la flecha?, nuestra flecha, la luz del camino .
Nos terminamos guiando por nuestro instinto y al final lo conseguimos. Por fin vimos la flecha, pero pagamos un precio. La ruta de las vías del tren. La seguridad de caminar por la ruta conveniente volvió a acompañarnos. Llegamos al tan anunciado lugar y su paso prohibido cruzando un tramo de vía, peligroso si no tienes en cuenta los horarios de trenes y los consejos de una lugareña.

El trayecto siguiendo las tuberías de la fábrica de sosa Solvay, durante 4 kilómetros, monótono, que fácilmente te alargaba la distancia, te hacía recordar el cansancio , hasta que vimos a las Hnas M/C (Portugalete), motivo de alegría y analgésico para los dolores, dejó de ser una camino aburrido y monótono, hasta yo diría, que hubo kilómetros que desaparecieron. Atravesamos la última estación y vías de tren para contar los minutos que faltaban para llegar a Polanco. Bastante cansado y dolorida, me senté en el primer y único bar que encontramos antes de llegar al albergue, eran las 14:00 h y mientras picábamos unos bocadillitos y una cervecita, comentábamos la jornada y sus pormenores. Ya recuperadas un poquito las fuerzas, buscamos el refugio y la referencia de un antiguo bar, cerrado actualmente, pero que amablemente lo ponía al servicio del peregrino y hacía así de hospitalera, trataba de mantener a los ojos de la asociación del Camino, el albergue aparentemente curioso, lamentablemente necesitaba algo más, el olor a humedad de las dos habitación era bastante considerable, aunque si tratabas de no pensarlo, el lugar en general era bastante agradable y acogedor, la entrada, a modo de recibidor- salita, la abrazaba a la derecha, dos habitaciones, cada una de ellas con una litera de tres. El baño de frente a la puerta de entrada, en la pared de la izda, dos ventanas altas. Llegamos al bar, triste y vacío, donde en tiempo pasado sus paredes habían escuchado risas, charlas y recogido el humo de los pitillos, ahora silencioso como un museo, mantenía vivo al fondo a la izquierda, un comedor, donde unas 6 mesas esperaban el calor de una comida caliente. Nada más abrirnos la hospitalera y mientras nos presentábamos, mis ojos solo buscaban algo donde sentarme, mi cuerpo ya seguro del final de la etapa, dijo - ¡hasta aquí he llegado!, preguntamos si era posible que nos preparase algo de cenar, nos daba igual que, unos huevitos fritos mismamente y una ensaladita, se nos hacía la boca agua pensarlo. No hubo ningún problema y quedamos a las 8 de la tarde, tiempo que nos vendría bien para acomodarnos, lavar la ropa y descansar un poco. En el lateral derecho de la casa, estaba resguardado con un tejadillo, un antiguo lavadero de piedra y el colgador en lo alto, en el prao. Una litera de tres camas en cada una de las dos habitaciones, llenaban el pequeño hueco, destinado a dormitorio, bien aprovechado, justico, justico y agradecido, siempre se agradece encontrar cada final de etapa, tu hogar, en este caso y de momento para los cuatro, éramos afortunados y disfrutamos de esa sensación mientras duró, por lo menos eran las ocho, cuando desperté de un merecido descanso. Llegó un peregrino, solo, peculiar, célebre, dirían en alguna comunidad, se incorporó al grupo y en nuestra habitación, se cargó la habitación en exceso, pero es parte del contenido del paquete. Caminaba solo y cada etapa, batía su propio record y lamentablemente para los que compartieron espacio y algún momento, sufrieron la ausencia del aroma a ropa limpia y al aspecto relajado y agradable de haber recibido una buena ducha. Nos acompañó en la cena y compartimos conversación. Llegaba a caminar etapas de hasta 50 km. ¿¿¿!!!.
Cuando llegamos al albergue, una pareja jovencita, de peregrinos, en este caso, creo recordar que eran Polacos, se acomodaron, en la entrada el chico y su pareja con las Hnas. MyC. Se cocinaron con la ayuda de un pequeño infiernillo, una mezcla de agua y polvos ¿¿??. No tardamos en recogernos todos.
En nuestra habitación, en la litera de abajo, se acomodó “el aromático”, ya que tenía intención de levantarse sobre las 5 de la mañana, en la de arriba Mon y yo en medio, a modo de sándwich. Se añadió durante la noche un compás más, gran serenata en do, mayor, menor……..tuve a mano los tapones y mi antifaz, moníiiiisimo, negro con florcitas blancas, que me había dejado mi amiga Lourdes y que fueron de gran ayuda.

ETAPA 7 POLANCO - COBRECES





ETAPA 7 POLANCO - COBRECES







Sentí que el día estaba esperando vernos aparecer.

El compañero de habitación, había dejado su espacio vacío , a las 5 de la mañana oí como sigilosamente recogía y desaparecía, como si de un ladrón se tratase, no tardó ni 10 minutos.
Eran las 7 de la mañana y el movimiento de unos, contagiaba al resto, el día prometía ser triste, lo anunciaba el color de cielo y la lluvia suave, Sirimiri en Bilbao, o calabobos, -eso se entiende mejor ¿no?- mojarme era una de las cosas que evitaba, la sensación de humedad no me atraía, pero el decidir organizar la mochila, en base a sacar el chubasquero, o disfraz de “Jorobado de Notredam” ¡guayyyy!, era un rollo, -que ahora llueve, saca- -que ahora para, mete- y parada y paradita. Me incomodaba parar a no ser que fuese necesario, pero como no había sido habitual la lluvia hasta entonces, me hacía hasta ilusión.
No fue impedimento la tristeza del día para los ánimos, al contrario, ¡ mira y llueve !. Un tramo de carretera, los coches pasaban, sonaban las rodadas con el contacto del agua, una y otra y otra vez, rassss, rasssss, notaba como los ojos que viajaban en el interior de esos vehículos se fijaban en nosotros con expresión, unos de asombro, otros de lástimas y otros, esos, desataron en mi interior un volcán de emoción, sentí tras sonoros bocinazos, como mis lágrimas fluían sin poderlo remediar. Esos bocinazos iban acompañados de movimientos de brazos y manos y unas amplias sonrisas de entusiasmo, fueron dos coches, uno seguía al otro, nos daban ánimos, no eran necesarias las palabras, fue una sensación maravillosa, el mejor regalo del día. Esas personas estaban en el otro lado, en la otra vida y empatizar en ese momento en que la lluvia resbalaba por el chubasquero mojando cada poro de la piel del rostro, no tiene precio.

Pasamos la carretera, era domingo y no se veía gente por el camino, sin embargo si se notaba movimiento de recogida de fin de semana, era zona de casas de alquiler y rurales, se veían familias y grupos de amigos, globos en las ventanas, señal de haber niños y celebración de cumples, ya sin ruidos las bolsas de viaje se amontonaban en la puerta. Un portón de un caserón que daba a un patio interior, dejaba ver su interior y sus dueños sentados en el porche, al cobijo del agua, que ya empezaba a suavizar su insistencia y aprovechamos la invitación que nos ofrecieron sus sonrisas y saludos al pasar, lo que nos hizo retroceder unos pasos y aprovechar para pedirles que nos llenasen las cantimploras de agua, charlamos unos minutos y seguimos el camino.

Mis rodillas iban mucho mejor, dejaba de llover y siendo consciente de ello, lo disfrutamos aún más, así como del paisaje, pueblo con calles estrechas, casas abrazadas con altos cercados de piedra, señoriales verjas guardando amplios terrenos, riachuelos de postal bajo puentes romanos. Llegamos a Santillana, suelo empedrado, un paseo histórico, paramos a desayunar entrando ya en la estrecha calle donde a un lado y otro se reparten bares y restaurantes, después de casi dos horas andando la necesidad era evidente. Éramos observados por la pareja que se encontraba de frete a nosotros, posamos los armarios roperos y dejamos apoyados a Montxo y Manolito. ¡Que bueno y calentito el chocolatito!, el dueño se nos acercó y compartió alguna anécdota de su camino con nosotros, lo hizo con un grupo de amigos y en bici, guardaba buen recuerdo. Deseándonos buen camino proseguimos la andadura. Llegamos a las 13:30 a Cóbreces y enseguida vimos a la izquierda el Monasterio Cisterciense, donde habíamos decidido pasar la noche, las fuerzas parecían agotarse, sabiendo que ya estaba en casa, es entonces cuando parece que no vas a resistir más y no vas a ser capaz de llegar. En el edificio de la entrada, la puerta estaba cerrada, el padre portero no estaba, pero la puerta lateral estaba abierta y daba acceso ya, al recinto de Monasterio, majestuoso edificio, visitado por turistas, donde pueden comer y pasar la noche. Pasaron delante de nosotros cuatro personas, frescas y encaminándose a los comedores. A la izquierda del edificio central y como continuación al de la entrada, supusimos que era el lugar destinado para el descanso del peregrino, así que, solo quedaba subir esas poquitas escaleras, que desde abajo, las llamaba y no se acercaban. Arriba ya, llamamos pero nadie respondió, la puerta abierta, un largo pasillo, sus paredes limpias de adornos y tres puertas a cada lado formaba la distribución sencilla del hogar. Necesitaba sentarme, tumbarme, descansar un poquito, no podía más y me introduje en la primera habitación, en la que una litera y una cama, tipo turca junto con una mesa y dos sillas llenaban el hueco, ¡AH! ¡Y cuarto de bajo completo, con ducha sin cortinas!, decidí no moverme de allí. Mon fue a buscar a un padre o fraile para que nos sellase las credenciales y pudiésemos confirmar nuestra estancia. Tardó un poquito, pero al final apareció con un fraile, me encontraba sentada y me había descalzado, era lo primero y lo único que podía hacer. Nuestra sorpresa fue, que no era el lugar del peregrino actual, sino el antiguo, no vimos, un edificio a la derecha en la entrada que ¡claro!, al estar visualmente fuera del recinto de la Abadía, no reparamos en él. Al verme ya medio acomodada y tan cansada el buen fraile nos permitió quedarnos allí mismo. ¡ BIENNNN!.
Otra sorpresa fue que......... aparecieron las Hnas. MyC, de nuevo, cada reencuentro, parece ser el primero, el recibimiento con la misma alegría. Siguieron nuestros mismos pasos y aparecieron delante de nuestro dormitorio, les comentamos como acabamos allí y ya puestos, se acomodaron en otra de las habitaciones, como había para elegir, alguna de ellas estaba en peores condiciones pero estar en huecos independientes era un lujo.
El fraile no puso impedimento cuando fueron a poner los sellos, así que no hubo problemas. Habíamos comido en el lugar más cercano de la Abadía , bajando la cuesta y cruzando la carretera, un bar-restaurante, después de descansar durante un rato a la tarde, quedamos con MyC y picamos allí mismo algo en la barra, pasamos un ratito charlando de cómo había ido la etapa y antes de acostarnos, todavía estuvimos los cuatro, sentados en unas sillas de terraza de jardín, al resguardo de la pequeña entrada que daba paso a la zona del comedor de la Abadía. Ese día debieron de entrar cinco peregrinos más, que se acomodaron en el edificio actual y nada que ver con estar en el entorno de la Abadía…….era un edificio, a la vista, de poco fondo y muy ancho, por lo que luego supimos, las instalaciones estaban muy bien, con literas para 20 plazas.

ETAPA 8 COBRECES - S. VICENTE DE LA BARQUERA





ETAPA 8 COBRECES - S. VICENTE DE LA BARQUERA





El velux que estaba sobre mi cama, no tenía con que cortar la luz y eso me ayudó a ver que sería una buena hora para levantarnos, -Mon, estás despierto? - ¿nos levantamos ya?, eran las 6:45, como cada día antes de acostarnos, habíamos dejado todo preparado, aún así y a pesar de hacer un esfuerzo, no salíamos todo lo rápido que nos hubiese gustado, pero asumimos nuestro ritmo y salimos a las 7:20, claro! Que al estar solo y sin miedo de no molestar, lo llevas de otra manera más relajada. El amanecer era precioso, comenzamos a subir la cuesta hacia la abadía Viaceli y girando a la derecha enseguida cogimos caminos preciosos, los contraluces me provocaban inmortalizar esa visión y haciendo honor a la dedicatoria del día, en los pastos que dejábamos a nuestra derecha la estampa de la ganadería, vacas limusinas armonizaban el paseo. El día era luminoso y caluroso y sintiendo como ya era habitual, el dolor insistente del hombro izdo . compañero incansable, concentraba la atención en los bonitos pueblos que atravesábamos, distraía la mente. El cartel anunciaba que llegábamos a un pueblecito llamado Concha y recordé a Concha, tía de Auro y a Concha de Villanueva y mientras cruzaba estos preciosos parajes fijándome en sus rústicas calles y antiguas casas, empezando a divisar el mar, nos acercábamos a Comillas y desfallecidos, porque todavía no habíamos desayunado. Recorrimos sus calles, tropezándonos con una pareja de peregrinos que iban en sus bicicletas, -buen camino- frase, de buen deseo, que no te cansas de repetir a quien ves pasando por lo mismo que tú. Chocolate, en una pizarra de una cafetería. Ahí mismo, la pena es que, el chocolate….era cola-cao, a pesar de eso el desayuno sentó como una bendición. Salir de comillas es un paseo delicioso. Un accidente dejaba huella del triste suceso en la carretera, después de pasar la recta , que a su derecha dejábamos un campo de golf y una pequeña granja de patitos. Fue un poco dificultoso pasar por los restos de muro roto por el impacto. Con ese momento de pena, imaginando como estarían los ocupantes, llegamos al Parque natural de Oyambre, un lugar, que siempre que he pasado en coche, lógicamente, me trasladaba a momentos de películas de intriga y penumbra, pero extrañamente de una forma relajada, calmada y melancólica, que se despejaba cuando el sol se retorcía entre los juncos embarrados y desolados, secos y grises, la luz es vida y despeja la tristeza.

La etapa estaba resultando encantadora, las vacas y algún que otro toro, nos miraban al pasar con atención y expectantes, de alguna manera estábamos invadiendo su espacio visual. La vista que asomaba de la ría de San Vicente anunciaba que escasamente nos quedaba una hora, el puente, lo pasamos bajando y subiendo la acera para dejar pasar a unos y otros, el mar estaba calmado y de un azul intenso, dos grupos de chicos y chicas, supongo que de campamento, disfrutaban repartidos en dos pequeñas embarcaciones, que dejaban oir sus risas y gritos al salpicasen entre ellos, mientras el monitor intentaba resignado, mantener la flota, a flote.

Siguiendo la flecha, nos encaminamos hacia el albergue, con la ilusión de llegar, soportamos la pendiente hasta llegar a la Iglesia de Santa María de los Ángeles, antiguo hospital de peregrinos que pertenecía a la Orden de Malta, ¡no lo podían haber puesto más ALTO!.

La entrada al albergue, un poco descalabrada, entre obras, se suavizaba mirando el mar que frente, como una postal, nos recibía.
Nos recibieron el hospitalero y su mujer, su hija colaboraba igualmente y fue como llegar a casa de la familia, las botas de los peregrinos que iban llegando, bien colocadas reposaban en la entrada, fue la primera regla indicada, antes de entrar a casa, las botas quedan esperando fuera. La puerta abierta daba paso a una amplia habitación que cumplía la misión de acoger en tres ambientes, salita, oficina y comedor, a los peregrinos que nada más dar el primer paso, ya te sentía como si no fuese la primera vez que habías estado, de ahí y al fondo, a mano izda. la cocina y a la derecha aparecía un largo pasillo, primera habitación derecha, de la familia hospitalera, habitación peregrinos y duchas y servicios chicas. El dormitorio acogía en literas, que colocadas a ambos lados, formaban un pasillo central, guardando una cierta intimidad visual separando por paredes abiertas, cada dos literas de dos. Nos fuimos al fondo y nos organizamos en la última al lado de la ventana, de momento estábamos solos, una peregrina se oía hablar con su pareja, él sentado, parecía tener algún dolor o molestia que ella trataba de calmarla con una pomada, por su forma de tratarse, no era capaz de descubrir si eran matrimonio, o se habían conocido por el camino, o que, era la mejor ocasión y circunstancia para hacerme mi propia película, -por como se tratan, yo diría más bien que se han conocido por el camino, su forma sutil y delicada de dirigirse a él, me hacía creerlo así, él alto y fuerte, rubio, de edad media, se delató al hablar que no era Español, por el deje, quizás francés, su español era perfecto pero con esa dulzura característica de esta lengua.-

Entre los que llegaron y que alegría, nuestras amigas y hnas. MYC y Manuel y Elena, que los conocimos en Güemes, encantadora parejita de Madrileños. Una vez organizados, quedamos para ir a comer a S. Vicente con MYC. Comimos de maravilla en una de los varios restaurantes que hay hacia el puente.

Hicimos la colada, tendimos la ropa, con ese día se secó rápido. En la entrada o porche, estaba la mujer del hospitalero curando las ampollas que llevaba, pobrecillo, no había visto curarlas nunca, ¡Ay amá! ¡que impresión!, con una jeringuilla le pinchaba la ampolla e inyectaba betadine, eso también se aprende. Ramón que ya en Portugalete, empezó a hacerse curas, pero fui incapaz de verle, eso sí, me informó como iba la cosa, viene muy bien saber coser……Se coge una aguja y se enhebrar con hilo (da igual el color) y se atraviesa la ampollita, dejando el hilo para que supure y drene, puedes elegir entre los dos métodos, pero te deseo la suerte que tuve yo, de no necesitar ninguna de las dos, sorprendentemente, los traje como los lleve (los piececitos).

Se preparó la mesa para cenar, nos deleitaron con una estupenda sopa, filetes de lomo, salchichas, fruta y yogures de postre. Fue la ocasión de presentarnos, entre los que tengo que destacar, la pareja que os he comentado antes, él era Fran y ella Basi, también Elena y Manuel, que durmieron en las literas de nuestro hueco, Un gran hombre, enorme! y alemán, con sus dos hijos de 11 y 13 años, que llevaban el mismo camino de altura, despistados ellos, los sorprendí en el baño de chicas, claro que los más sorprendidos fueron ellos, con cara de ¡ah, pero no es el nuestro!, se disculparon entre risas.

ETAPA 9 S.VICENTE DE LA BARQUERA-COLOMBRES



ETAPA 9 S.VICENTE DE LA BARQUERA-COLOMBRES







Nos levantamos a las 7 y cada uno se iba poniendo el desayuno, poco a poco iban apareciendo el resto de peregrinos, el día era precioso y todos los rostros eran risueños. Una vez dispuestos para empezar una nueva etapa sellamos la estancia con la despedida y fotos del grupo, iniciativa de Luis, el hospitalero, que mientras anunciaba a los peregrinos y organizaba el grupo para inmortalizar el momento, yo me colocaba mi moño, gracias a esto Luis, me nombró la Bilbaína presumida. Eran las 8 y comenzamos a caminar, salimos con Manuel y Elena del albergue, se estaban planteando dejar el Camino hacia Santiago para comenzar el anunciado en el albergue, un camino llamado de Santo Toribio, se hacía en 3 etapas y enlazabas de nuevo con el de Santiago. Caminamos juntos un pequeño tramo, eran mucho más rápidos, enérgicos y jóvenes, que nosotros y llegando casi al desvió, nos despedimos esperando volvernos a ver, calculando más o menos en Llanes.
Hasta llegar a Unquera, sin dificultad, tranquilos, disfrutando de la ganadería con la que coincidimos, la mayor parte de trayecto fue camino, pasando por la estación de tren de Pesúes y atravesando las vías del tren. Ningún camino se parece a otro y empezaba a diferenciarse notablemente el toque asturiano, otra expresión, otro suelo, otro olor y la sidrrrrrrrra. Nos hacía mucha ilusión y sentíamos en la piel la cercanía de la tierra Asturiana.
Al entrar en Unquera, conocido trayecto en coche, fue una delicia verlo, vivirlo, sentirlo de esta manera, se me saltaba las lágrimas de emoción, la verdad es que, supongo que parte de culpa tendrá el cansancio, pero lloré por todo y en cualquier momento, hasta ahora recordándolo. Bueno, bueno, tengo que decir que, parte de la emoción era pensar poder descansar un poquito, hacia calor, teníamos sed y nos pesaba hasta el pelo. En la cafetería, justo antes de pasar el puente que atraviesa el río Deva, paramos a tomar……..un vermucito, enfrente veíamos la tienda, en la que, cuando la carretera general atravesaba el pueblo, de camino a Llanes, parábamos para comprar las famosas corbatas de Unquera. ¡Mira, y en el bar de al lado del nuestro, estaban Basi y Fran, ¡que alegría cuando te encuentras con peregrinos! y más si son conocidos, aunque solo fuese de un día, compartes tanto que, dirías que los conoces de muchísimo más y no hace falta saber mucho de ellos. Estaban muy cansados y se planteaban pasar la noche allí mismo, así que, nos despedimos esperando volvernos a ver.
Mientras tomábamos en la terraza de fuera el vermucito, vimos a lo lejos algo familiar,¡ eran MYC!, cuando llegar hasta donde estábamos, besos y abrazos…, de repente se dieron cuenta que, se había dejado los palos de apoyo en el lugar donde había parado, en la recta, los llevaban usando desde hacía años y habían sido inseparables, viajando con ellas hasta en avión, así que, volvieron a recuperarlos dejándonos las mochilas. Volvieron con ellos, ¡bien!. Respetando el ritmo y la voluntad, emprendimos nuestro camino, separándonos de nuevo. Atravesamos el puente y y en la casa de la izda, como no veíamos la fecha, preguntamos a su dueña, salió acompañándola un diminuto chiwawa que contento saltaba y solicitaba caricias, cuando de la verja hasta la puerta de la casa en cuesta bastante pronunciada, se tiró como si de un tobogán se tratase, con la tripilla pegada al suelo e impulsándose con la patas de atrás, al llegar abajo vuelta a subir corriendo y la misma operación, cuanto más nos reíamos, más lo repetía. Era graciosísimo, como un crío haciendo sus monadas, pensé -como nos quedemos un poco más, va a dejar la piel pegada al suelo-.
El camino continuaba por ese lado y subiendo una empinada pista de cemento, hacía un sol de justicia, a pesar de todo fue una maravilla, íbamos pasando por numerosas capillas de ánimas y decidimos que iba ser un lugar perfecto para hace un homenaje a nuestro brillantes apoyos físicos y morales, nuestros bastones, Manolito y Montxo, más lágrimas de alegría, pena, añoranza, agradecimiento, el corazón no me cabía. Empezamos a ver, ya en Asturias, la señal indicativa del camino, además de nuestras queridas flechas, vieiras amarillas de cerámica azul, sobre mojones de piedra en la mayoría de las ocasiones, pero ¡ojo!, la parte interior y más estrecha, es la que marca la dirección. Por fin llegamos a Cobreces, antes de llegar a la plaza, en una recta, pasamos por delante de un albergue, nos preguntamos si sería ese el nuestro, pero observamos que el movimiento era de adolescentes, ordenada y bulliciosamente comiendo, descartamos una vez que tuvimos respuesta de uno de los monitores que, se disponía a maniobrar en su furgoneta y al que preguntamos esperanzados de no tener que seguir más adelante. Pues seguimos más adelante y llegamos a dar a la plaza de la iglesia, a izquierda, tienda de todotienen, sidrería y restaurante, más a la izquierda se veía el museo de Indianos, lugares todos ellos que, en más de una ocasión habíamos visitado. Seguimos las jndicaciones y por fin llegamos al albergue, eran las 14:30 y el calor era fuerte.
Vimos una fecha indicando por donde teníamos la entrada los peregrinos y pasamos al interior. Era muy nuevo, amplio y estaba muy limpio, los baños y duchas en la entrada a la derecha y a la izquierda empezamos a colocar las botas y calcetines , una escaleras, ya en el recinto de juego nos llevaba a la zona de máquinas de pesas y demás ejercicios, colchonetas en el suelo, nos indicaban donde reposarían nuestros cansados huesillos, un impresionante ventanal sellaba el espacio ofreciéndonos una vistas maravillosas de los jardines del recinto de la parte trasera del museo Indiano. Nos acomodamos, duchamos y nos fuimos a buscar un sitio donde comer, en al primer restaurante mano izquierda que nos encontramos, tenía terraza cubierta y se estaba genial, ya habíamos empezado cuando vimos llegar a MYC, que se quedaron a comer en la mesa de al lado. Tomamos un café y charlamos sobre la etapa que estábamos viviendo. Cuando llegamos de regreso al polideportivo, lavamos, tendimos y Mon disfrutó de un concurso de bolos, de los antiguos. Después de descansar un poco, dimos una vuelta hasta el museo y sus jardines y nos tomamos una sidrina. Pasaron por allí X de Montreal y XX de Alemania, los conocimos en S.Vicente, el de Montreal era al que le estaba curando Sofía, la hospitalera, en el albergue de S.Vicente, se pararon curiosos al ver a Mon escanciar la sidra y tomó un culín para terminar de completar el ritual. Enfrente en el parque de la iglesia divise al padre (armario ropero) con los dos hijos (alemanes), los despistados de S.Vicente…….., pensé- este chico seguro que es separado y ha tenido la feliz idea de pasar con sus hijos las vacaciones haciendo el camino de Santiago, se llevaban muy bien, los chicos muy prudentes y educados, se les veía felices. Compramos en la tienda “detodotienen”, algo para cenar y volvimos al albergue. Uno de los niños alemanes le preguntaron a Mon, si quería jugar con ellos, pero no fue posible, Mon tiene los ligamentos cruzados rotos y.........., sino, ya te digo, tenía el cuerpo pa eso y másssssss, ¡que vitalidad la de los niños!.
Habían llegado más peregrinos, un grupo de hombres y mujeres catalanes y por último una parejita, que no tenía más de 15 años, había pedido alojamiento, eran de un grupo de scout en prácticas de supervivencia, los habían dejado por la zona y tenía que sobrevivir hasta el día siguiente que los recogerían a una hora determinada en un punto determinado de Columbres, el hospitalero les dejó quedarse, había conseguido alguna lata pidiendo y pasaron la noche como unos peregrinos más. Sellamos la jornada con una cena campestre con nuestras amigas MYC., ¡en el jardín de casa! Una feliz etapa.

ETAPA 10 COLOMBRES - LLANES






Etapa 10
COLOMBRES-LLANES




No pegué ojo, ¡que duro el suelo, por Dios!, pero no importó, una nueva etapa nos esperaba, larguita, pero íbamos a Llanes y caminando, era todo un acontecimiento. El recorrido, por caminos era genial, según avanzábamos, íbamos sintiendo el sonido de coches, nos estábamos acercando a la carretera, salimos a parar muy cerca de la Franca, donde recordamos el arroz con bogavante (de morir), que tantas veces habíamos parado a comer, al mirar hacia atrás vimos a MYC, nos volviamos a encontrar.

-Siempre cuentas con que, cuando te despides, sea posible tanto volver a verte como no, de esta forma las despedidas, son vividas de forma tan intensa, como los encuentros-

Continuando por la carretera nos encontramos con Basi, estaba ciertamente angustiada, cuando llegaron a la salida indicara para llegar a la carretera general, Fran y X de Montreal, que los acompañaba, convencidos de que el camino continuaba, decidieron seguir, sin embargo Basi, siguió la señal, saliendo a la general. Observando que tardaban más de lo esperado en aparecer, para su percepción del tiempo, empezando a asustarse, fue cuando la encontramos, contándonos lo sucedido. Al otro lado de la carretera se imaginaba un camino en lo alto, tapado por una afluencia de pinos frondosos, que dificultaban la visibilidad. Comenzamos a gritar el nombre de Fran, dando por hecho que podían estar cerca y oirían las voces. No tardaron en aparecer.

Fue un encuentro estupendo y eso que el disfrutar de nuestro propio espacio, sin ser habitual encontrarnos peregrinos al paso, iba siendo una agradecida experiencia, sin embargo en esta ocasión fue compartir el entusiasmo de recorrer esta etapa tan especial para nosotros, lo que la hacia extraordinaria. Mon es Llanisco, como los de Francia, Franciscos (que decía mi hijo, GariKoitz, cuando en los viajes largos en coche, jugábamos a los gentilicios).

Todos mantuvimos el interés por mantener el grupo y aunque en algún momento se alargaba o acortaba en la distancia, nos esperábamos unos a otros. Mereció la pena tomar este camino alternativo, ir por Pendueles, nos permitió disfrutar de este maravilloso paisaje, hasta llegar al Camping la Paz, un lugar increíble, lástima de escalera mecánica para subir a la cafetería, claro que una vez arriba, viendo las vistas desde la terraza, bueno y ¡el pintxo de tortilla!, se te olvida el esfuerzo. Continuamos, ya con otra energía y menos más porque nos esperaba la subida desde Andrín a La Ballota (Mirador), durita, durita, durita, pero corta, ¡menos mal! Y otra compensación, ¡qué vistas!. Nos encontrábamos en la Sierra de Cuera, a la izda campo de golf y en descenso hacia Cue, por carretera, y como siempre, cuando ya hueles el final, parece que no llega. Por fin, mi querido Llanes, el cruce, izquierda, hacia Llanes y el Albergue privado de La Portilla, hacia la derecha, la Sidrería el Horriu, que no tiene pérdida, porque realmente es un hórreo, las mesas alrededor nos estaban esperando, según llegamos, besos y abrazos, los dueños son encantadores, nos conocemos mucho y nos quedamos a comer, peeeero, lo primero una sidrina, ummmmmm, buenísima y fresquísisima, ¡como no!, pedimos una fabada y pescadito a la planta, todo un placer de dioses. Calmadas nuestras imperiosas necesidades, planificamos el resto de la etapa, seríamos los anfitriones, acompañaríamos al albergue a MYC y quedaríamos a la tarde para picar algo y enseñarlas lo necesario. Una vez alojadas nos quedaba la recta final para llegar a casa. Mientras nos acercábamos, sentíamos que quizás un día de diferencia con el resto del grupo, dificultaría el volver a encontrarnos y con esa cierta tristeza y recordando momentos vividos con ellos, llegamos a casa.

Fue como un sueño, habíamos llegado y andando, a casa, en 10 días, cuando en dos horitas solemos llegar en coche.



ETAPA 11 LLANES






ETAPA 11 LLANES





Aún ahora recordando, se desconecta el alma y me cuesta transformarla.

Sentí una mezcla de felicidad por estar en casa, estar con la familia, agradecimiento por el descanso y de inquietud interior por no dejar al alma de peregrino seguir su vuelo y hasta quizás desorientados al romper esa estructura de vida, pero cada momento hay que saberlo vivir, encajarlo y valorarlo.

Nos levantamos y después de desayunar, organizamos las mochilas, estudiamos lo que era innecesario, considerando la experiencia hasta el momento. La bolsas en las que distribuí las ropa, eso sí muy monas, con su cremallerita plastificada, de diferentes colores (esto no pesa, los colores digo), conjunto pantalón y camiseta por bolsa, que eran 6 en total, un conjunto de frío, usado el primer día, pero lo mantuve, dos de vestir (para cambiar), el resto eran tres pantalones cortos y uno largo, (ahora lo repaso y me parece una barbaridad), calcetines en otra bolsa, camisetas de repuesto en otra, Kit de dormir en otra, un bikini y cremas protectoras y para terminar el neceser, que si botecito de gel, otro de champú, el aceite pal cuerpo…….. Era necesario valorar que se dejaba y, empezamos por la bolsas, las sustituí por unas ligerísimas, sin cremallera, como las de congelar, dejé el camisón de lunares, monísimo, pero nada práctico, un conjunto de vestir, un conjunto de pantalón largo, hay que decir que por separado la verdad es no pesaba tanto, ¡ hay! pero cuando lo sumas todo, es otra historia y sobre todo un par de guías, una revista un bolsito que Mon me compró en Unquera, todo ello, más de 3 Kg. Se podía ir con menos, fue la conclusión.

La etapa de descanso resultó agradable, pero no nos encontrábamos realmente en nuestro mundo.

ETAPA 12 LLANES - SAN ESTEBAN



Nos levantamos a las 6 de la mañana, contentos de volver a encontrarnos con el camino, la inquietud de recibir lo mejor del día y del camino, con alegría, viendo amanecer y sintiendo el frescor de la mañana, el resplandor del horizonte nos avanzaba que la jornada presumía ser luminosa y calurosa. En el puente, el ritual marcando la salida, unas fotos para sellar el momento. Pasaba despistado un peregrino, que más parecía un desorientado y bohemio caminante del mundo, célebre, como dicen los llaniscos, no se sabía si iba o venía y colgaban de su mochila posibles ahuyentadores de malos espíritus o asombrados espectadores de su locura.


Decidimos seguir el camino, manteniendo el embrujo y atracción del mar, así llegamos después de pasar cerca de la casa de Belén, a la que no nos acercamos porque obligaba una considerable subida de camino y a desviarte. Me propuse desde un principio, no mirar ni volver hacia atrás, a no ser que las circunstancias obligasen, no desviarme del camino. Pasar por las playas, viendo acercarse el mar y la arena blanca a tus pies, cuando empieza perezoso a despertar el día y a brillar en silencio, playas de las que he disfrutado en la otra vida que con su embriujo te obliga a aspirar esa paz y esa belleza tratando de ahogarte en ese placer.


Se me agolpan las imágenes, instantes, las voy guardando en mi cámara, memoria que paseará por mi mente, revolcándose en el recuerdo, cierro los ojos e intento retener el aroma del mar y de la hierva fresca, sujetar embobada la sonrisa. Otro instante y visión aparece, me emborracho de paz, las palomas, pasean, juegan, se refrescan, picotean.


Seguimos caminando.


Un cerdito vietnamita nos observa, se acerca, no os conozco pero, buen camino amigo.

Hacemos una paradita, un mini parque de descanso con dos mesas nos invitan. Una de ellas, la que no aparece, por preservar la intimidad de los que la utilizaron, dejaba huella de una noche salvaje de alegría, probablemente gran celebración de….despedida de soltero, cumpleaños…….debió de comenzar con una buena parrillada y bebida, costillas y bebida, chuletas y bebida, chorizos y bebida, panceta……. La mesa taba abarrotada de boteeeeeeellas y se debieron de despistar un poquito, pues la prueba de la alegría vivida no había sido borrada.


Las pequeñas capillas de ánimas, la esencia de fé en las pequeñas llamas cantando temblorosas, una increíble fuerza, un inesperado suspiro y una sonrisa y sigues caminando, sin palabras.

Observas como caminante, a veces te sientes invisible, las vidas en esas casas en esos pequeños pueblos, el aroma de los pucheros, los muros abrigados de mantos verdes, las verjas marcando una entrada a un majestuoso espacio que guarda las vidas de sus dueños, su historia, sus alegría y sus penas, su riqueza y trabajo.


Es hora de parar, un descansito, el estómago avisa.

Paramos en Naves y ¿que tal un sidra y un trocito de empanada?, llamo a mami.

El establecimiento, de museo. No permiten meter las mochilas, a pesar de que el espacio es bastante amplio, por amables con los peregrinos. Que experiencia habrá alimentado tan triste pago.

Agradecida el alma y el cuerpo por el descanso, continuamos el camino.


Llegamos a Cuerres, vimos la anunciada fuente del Peregrino.

La técnica fotográfica pone su toque de humor y nos roba unas carcajadas.

O Mon, no sabe programar la cámara, o anda un poco torpe y no llega a tiempo más que para ofrecernos una visión espontánea llegando a la fuente inmortalizada, AMÉN.

Las amigas peregrinas MYC, nos habían informado donde podíamos comer y muy bien por cierto, tan agustito. CASA PEPE. Un rincón estupendo y con una atención muy buena. Cuando entramos, un bar, majillo, hora del vermut y de pintxito, estaba bastante lleno. La barra a mano derecha y de frente, un patio, que no pudimos resistir quedarnos en el a comer, solamente una mesa ocupada con cinco personas. Hacia calor y lucía el sol, buscamos una mesa a la sombra, que bastante sol llevábamos encima, espacio para dejar los armarios roperos, Manolito y Montxo. Una sidrita, fresquita, sentaditos a la sombra, servilleta de colores, en un pedacito de cielo.

Continuamos hacia Ribadesella. Fue agradable la entrada, se acercaba el final de la jornada, pensando donde estaría ya cuanto tiempo faltaba para llevar, ya era habitual esa sensación de que, cuanto mas cerca estás, mas lejos lo ves.

Llegamos al paseo de la playa, ver el mar ya fue un regalo, el albergue juvenil, allí mismo enclavado, era una maravilla, pero habíamos preguntado cinco minutos antes de llegar y nos habían informado de que estaba completo, así que no perdimos tiempo en comprobarlo, mas tarde nos enteraríamos de que había plazas, consejo, no os fiéis de la información, que sirva de orientación, pero comprobarlo siempre, evitaréis sorpresas. Esa confianza no obligó a dirigirnos hasta el albergue siguiente, que aunque eran casi tres Kms, que dicho así no es na, que sepáis que os encontrareis con una subidita maja, maja, que para mi fue de la etapa, con el cansancio y las pocas fuerza que quedaban, fue lo mas duro, excepto los dos minutos últimos, cuando divisamos el Albergue de San Estaban. Las rodillas me mataban y decidimos descansar un poco al final del paseo, en un txiringuito, nos vino muy bien el descanso, aunque solo fue de diez minutos, tomando una cervecita y viendo el mar, que mas quieres!.

En Leces, donde se encontraba el Albergue no hay tiendas, así que en la rotonda del barquito y hacia la izda., SUBIENDOOOOO, nos indicaron que había un super grandecito. Y…..volvimos a sufrir por la información del otro mundo. Cuando preguntamos por algún comercio de alimentación, nos indicaron ……..siiii ahí mismo tenéis uno, a cinco minutos, ¡claro, en coche! .

Espere sentada en la acera y Mon fue al super, los cinco minutos se convirtieron en tres cuarto de hora entre subir y bajar.

Viendo como el cielo tiraba de un hilo, donde había enganchado la carretera por la que teníamos que seguir, dijimos, ¡ala que no queda nada!.



El albergue, antiguas escuelas, la mayoría de los peregrinos que allí estaban, eran ciclistas y habían ocupado prácticamente un ala del edificio, eso provocó a la hospitalera que nos llevase a la otra parte del albergue que, todavía estaba sin ocupar. La visión de las antiguas aulas, ahora hacía la labor de dormitorios, en cada una de ellas, unas más amplias que otras, albergaban literas, ¡como las que tengo yo en la casa del pueblo!, ¡fíjate!, además en una de ellas recuerdo un pequeño armario. Nos fuimos hacia en fondo de una de las habitaciones y nos acomodamos en las últimas litera. Una ventana nos enseñaba el patio interior, donde probablemente los mayores del lugar, jugaron en su infancia a pillar, o al esconderite, o a moro-pico-tallo-que!. Una duchita, lavar la ropa que llevábamos y prepararnos la cena, por ese orden. La cena en una mesa hermosita mesa y acompañados por otra pareja de peregrinos que hacían el camino en bicicleta, compartimos impresiones y situaciones de la jornada. Preparamos las mochilas y la ropa del la el día siguiente y repasamos con la guía lo que nos recorreríamos en la nueva etapa y en paz y agradeciendo el día vivido con lo bueno y con lo malo, nos fuimos a dormir.